REPRESENTACIONES DE LA GORDURA Y LA DELGADEZ EN LA PRENSA ROSARINA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX: APUNTES EN CLAVE HISTÓRICA Y DE GÉNERO PARA LA ESI Y LA PEDAGOGÍA GORDA

 

Fatness and thinness representations in rosarinian press in the beginning of XX century: notes from History and Gender Studies for sexual education and fat pedagogy

 

 

 

 

Aldana Pulido

Investigaciones Socio Históricas Regionales ISHIR /CONICET- UNR, Argentina aldana2909@gmail.com

 

Recibido: 23 de octubre de 2023

Aprobado: 26 de noviembre de 2023

Publicado: 1 de enero de 2024

 

 

Cita sugerida: Pulido, A. (2024). Representaciones de la gordura y la delgadez en la prensa rosarina a principios del siglo XX: apuntes en clave histórica y de género para la ESI y la pedagogía gorda. Revista de la Escuela de Ciencias de la Educación. 1(19), 35-54.

 

RESUMEN

El objetivo de este artículo es analizar las representaciones y los sentidos construidos en torno a la gordura y la delgadez en la prensa masiva de la ciudad de Rosario en las décadas de 1920 y 1930 en relación a tres ejes: la moda y la estética, el deporte y el cuerpo saludable y, por último, la patologización y la medicalización. De este modo el propósito es realizar aportes desde la Historia y los Estudios de género a los contenidos de la Educación Sexual Integral y la reflexión que proponen las pedagogías gordas en relación a ella.

Palabras clave: Educación Sexual Integral Pedagogías gordas Discriminación Diversidad.

ABSTRACT

The aim of this article is to analyze representations and meanings about fatness and thinness in the mass press of Rosario city in the 1920 and 1930 decades related to three topics: fashion and aesthetics, sports and healthy body, and for last, pathologization and medicalization. Thus, the purpose is to make contributions from History and Gender Studies to the contents from argentinean law of Educación Sexual Integral and to the reflection proposed by fat pedagogy.

Keywords: Education Sexual Integral Fat pedagogy Discrimination Diversity.

 

INTRODUCCIÓN

 

Pedagogía gorda y ESI. Aportes desde la Historia y los estudios de género En los últimos años, a nivel mundial pero también en Latinoamérica y especialmente en Argentina, el activismo gordo ha tomado fuerza para, de la mano de otros activismos especialmente aquellos vinculados a los feminismos y la comunidad LGTTBIQNB, denunciar las opresiones sufridas por las personas gordas y reclamar por sus derechos:

 

Unx activista de la gordura es una persona que piensa sobre la gordura de una manera que desafía, cuestiona y critica la mayoría del pensamiento mainstream acerca de la gordura. Lxs activistas de la gordura buscan el cambio social y consideran la gordura como un factor dentro de las ya existentes matrices de opresión y liberación. (Cooper en Contrera et al., 2023, p. 17).

 

En Argentina podemos ubicar diferentes grupos de activismo gordo: Taller hacer la Vista Gorda, Colectivo Gordas Activando (CGA), Colectivo de Gordes Activistas de Argentina, Gordes del Oeste y también activistas independientes en diferentes partes del país (Favre y Hauff, 2023).

Sus esfuerzos han derivado no sólo en una militancia activa en redes sociales sino en intentos de sistematizar las experiencias y las producciones como el Archivo Grueso[1], y también una serie de publicaciones de diversa naturaleza entre las que podemos destacar: Cuerpos sin patrones: resistencia desde las geografías desmesuradas de la carne, escrito por Nicolás Cuello y Laura Contrera y la reciente compilación Desbordar los pupitres, sin pedagogía gorda no hay ESI, realizada por Laura Contrera, Iris Ortellano, José Núñez y Ana Florencia Cararo Funes.

Esto se suma a los materiales que se han producido en el marco del Ministerio de las Mujeres, políticas de Género y Diversidad Sexual del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, como el Cuadernillo de sensibilización sobre temáticas de diversidad corporal gorda (2022)[2]; y en el INADI, a través de su revista Inclusive, que en septiembre de 2021, dedicó su número a la temática “Corporalidades diversas: de mandatos, narrativas y deconstrucciones”[3].

Así, los análisis y las reivindicaciones del activismo gordo se han acercado a la escuela y a la ESI, para proponer e impulsar una pedagogía gorda, que engloba las reflexiones en torno al currículum, la pedagogía, las políticas públicas y el entorno físico escolar (Contrera et al., 2023). La ESI, en sus lineamientos curriculares (Anexo, Resolución del CFE N°45/08) establece el conocimiento y el respeto del propio cuerpo, de la salud, de la diversidad y el rechazo a todas las formas de discriminación. Entendiendo que la gordofobia es una forma de discriminación cada vez más acuciante en la actualidad[4], la ESI aparece como el marco posible pero también necesario para accionar y reflexionar acerca de la violencia y el maltrato que reciben las personas gordas, especialmente niñxs, adolescentes y jóvenes.

En este sentido, y tomando los ejes que propone la ESI para el caso de las Ciencias Sociales, en este trabajo nos proponemos utilizar como referente empírico la prensa de la ciudad de Rosario de principios del siglo XX, para historizar, en clave de género e interseccional, las representaciones y los significados atribuidos a la gordura y la delgadez en revistas y diarios de circulación masiva: La Gaceta Rosarina, Monos y Monadas y el periódico La Capital.

Entendemos que desnaturalizar e historizar las corporalidades hegemónicas a la par que se develan también los mecanismos puestos en juego para disciplinar a los cuerpos que no entran en la norma, es una herramienta importante para desafiar aquellos discursos que bajo pretensión científica o médica, patologizan los cuerpos gordos. En este sentido, hemos elegido las primeras décadas del siglo XX, pues allí las representaciones gráficas como dibujos, ilustraciones o fotografías actúan no sólo en términos de tecnologías de género (de Lauretis, 1996) para producir y fijar el género, sino también para instituir, precisamente en ese momento histórico, la delgadez como única corporalidad posible y deseable, y desterrar la diversidad al terreno de la enfermedad, de la patología, de aquello que debe corregirse o disimularse. Vigarello afirma, precisamente, que “el cuerpo de la década de 1920 perfilaba, muy sencillamente, la imagen del cuerpo actual” (2011, p.232).

Por otro lado, hemos elegido la prensa gráfica, porque allí coagularon discursos visuales y textuales de diversa naturaleza, políticos, pedagógicos, morales, que tuvieron un impacto directo sobre la construcción de identidades de clase y de género, dónde la corporalidad jugó un lugar central. Para ello, nos hemos centrado en tres ejes: la delgadez en relación con la moda y el vestuario, punto central en la definición de corporalidades hegemónicas y talles únicos, y también con un ideal de belleza blanco, delgado y joven. En segundo lugar, la noción de cuerpo saludable y su vínculo con el deporte, mostrando bajo qué supuestos se hizo esta asociación especialmente en el caso de los cuerpos de las mujeres. Por último, la patologización de la gordura y la medicalización del cuerpo que exhibieron, entre otras, las publicidades de la época.

 

DESARROLLO

 

El surgimiento del imperativo de la delgadez en vínculo con la moda

Como lo demostraron Valerie Steele (2017) para Europa y María Isabel Baldasarre para Buenos Aires (2022), durante el siglo XIX y principios del XX, la moda jugó un papel fundamental en el proceso de modernización económica y ampliación del consumo: es “la hija dilecta del capitalismo” (Steele, 2017). Multiplicada en el cine, la cultura impresa y las modernas tiendas, su consumo se asentó en el doble juego de ver y ser visto:

 

Mirar fue fundamental en la performance social que se ponía en acto al vestirse. Esta performance era representada tanto para sí como para los otros, los pares y los considerados superiores e inferiores en la escala social. Ser visto permitía ser calificado y clasificado, y connotar ideas de respetabilidad, higiene, civilidad y clase social que iban mucho más allá de la mera frivolidad asociada con los frecuentes cambios de vestuario (Baldasarre, 2022, p.13).

 

Por otra parte, no podemos disociar la moda del cuerpo: “el mundo social es un mundo de cuerpos vestidos(Entwistle, 2002, p. 11). El cuerpo sólo es visto, presentado y representado vestido. Entonces, es válida la pregunta ¿Cómo se visten los cuerpos gordos? La respuesta pertenece al orden del ocultamiento y la invisibilidad.

En las primeras décadas del siglo XX, el vestido y la moda sólo se asociaron a cuerpos delgados. La gordura no fue representada en relación al vestido, porque implícitamente se indicaba que los cuerpos gordos no pertenecían al orden de lo público.

Aunque en nuestro país no existieran publicaciones específicamente de moda para el período, esta sí era un tópico fundamental, asociada, estereotípicamente, con las mujeres (Pulido, 2022). Allí, no sólo predominaba una intención de adelgazamiento sino que la gordura era una amenaza, un terror para cualquier mujer. Incluso las modistas asociaban juventud con delgadez (Vigarello, 2011).

 

Figurines y siluetas

Las representaciones del cuerpo en vínculo con la moda fueron, antes que la fotografía dominara la escena, los grabados y los figurines, estos últimos dibujos que ilustraban las tendencias en el vestuario.

Para Oscar Traversa (1997), el figurín es lo más cercano al maniquí, en tanto no remite ni a un cuerpo ni a un ser viviente, sino a un producto en estado puro. La técnica utilizada, el dibujo, colabora con la impresión de inmovilidad y prescindencia del cuerpo, resaltando únicamente al producto (Borrini, 1998). El figurín es neutral, en cuanto no representa ningún gesto o emoción, casi siempre está de pie y dirige su mirada al vacío. Es un ícono que remite a una clase pero a ningún miembro en particular.

No obstante, otras interpretaciones, ponen el acento en que los figurines, como antaño los grabados de moda, difundían representaciones, cuerpos, estilos y consumos inconfundiblemente burgueses[5] (Kaczan, 2013a, 2013b; Ariza, 2017; Nelson Best, 2019). El ideal de feminidad se hiperbolizaba en los figurines que permitían imponer representaciones corporales bastante alejadas de los cuerpos reales y que establecían la delgadez, por ejemplo, al alagar el talle y modificar las proporciones entre el largo de las piernas respecto del torso y el resto de los miembros. Vigarello (2009) señala que, mientras en las revistas del siglo XIX la altura que va desde el pie a la cintura era el doble que la del tronco, a finales de la década de 1920 en las mismas revistas la proporción se eleva al triple.

Las corporalidades y siluetas evocadas en la prensa, y más específicamente en los avisos, no sólo se relacionaban con las aspiraciones publicitarias sino también con nociones de feminidad diferenciadas (Kaczan, 2013c) y que se vinculaban a los roles ejercidos por las mujeres en la sociedad y su conquista del espacio público.

La dama finisecular había estado representada no sólo por su silueta quebrada, modelada por el corsé, sino por la abundancia de prendas y capas de ropa, y de accesorios de grandes dimensiones como capelinas o tocados. Esta silueta se condecía con asociaciones variadas hechas sobre el lugar de las mujeres en la sociedad. En el reparto de roles dentro de la burguesía, las mujeres, en tanto esposas, debieron ocuparse del gobierno de la casa y de fomentar y mantener las relaciones extraconyugales como el caso de los acuerdos matrimoniales. Estaban privadas de las relaciones donde lo doméstico no estaba presente, y aun cuando estuvieran fuera del hogar transportaban una carga simbólica de este (Pons y Serna, 1994).

Sin embargo, la feminidad voluptuosa y ceñida del cuerpo encorsetado cedió paso a una nueva sensualidad donde el corsé desapareció, se cambió por las fajas elásticas o se internalizó mediante la dieta y el ejercicio, y las modas se volvieron más livianas y sugerentes (Steele, 2017). La silueta de las mujeres ahora debía encarnar la libertad de movimiento, en cuanto su presencia en el espacio público crecía exponencialmente, su vestuario debía permitirles transitar la ciudad, usar el transporte, pasear, consumir.

Así, en Rosario, una ciudad en auge y movimiento durante las décadas de 1920 y 1930, se corrobora el cambio de una silueta quebrada o serpenteante a una silueta lineal como una tendencia general del período (Kakzan, 2013b; Baldasarre, 2022). Esta figura andrógina, no sólo encarna la delgadez como corporalidad deseable, sinónimo de un cuerpo que practicaba deportes, sino que juega con la ambigüedad sexual, y equipara simbólicamente a mujeres y varones (Kakzan, 2013c).

Los anuncios en La Capital lo atestiguan, tanto en 1920 como en 1922 aún pervive un estilo finisecular (Figuras 1 y 2). Sin embargo, entre mediados y finales de la década las siluetas cambian decididamente: el talle se alarga, la silueta se hace lineal, desaparece cualquier atisbo de curva y se instala el característico estilo garçonne en los cabellos (Figuras 3 y 4).

 

Figura 1. Siluetas femeninas en anuncio de La Favorita.

Fuente: La Capital, Jueves 1 de enero de 1920.

 

Figura 2. Siluetas femeninas en anuncio de La Favorita.

Fuente: La Capital: 1 de enero de 1922.

Figura 3. Siluetas femeninas lineales en anuncio de Gran Tienda Buenos Aires.

 

Fuente: La Capital, 27 de enero de 1926.

 

Figura 4. Siluetas femeninas lineales en anuncio de Le Louvre de París & Anezin & Cía.

 

Fuente: La Capital, 6 de mayo de 1929.

 

Estas siluetas recuerdan a la figura de la flapper de origen estadounidense, extremadamente popular en la década de 1920. Encarnaba a una muchachita moderna, definida principalmente por su aspecto característico: la melena muchas veces cubierta por un pequeño sombrero, los vestidos y adornos, y que exhibía un comportamiento signado por el consumo frívolo y ostentoso, sus coqueteos sin compromiso y su presencia en fiestas, fumando o bebiendo alcohol. Si bien utilizaba su estilo en el cabello, las flappers se distinguían de las garçonnes porque aunque sus comportamientos eran desenfadados, su vestimenta no era varonil como la de estas últimas.

Si bien en nuestro país muchas voces se alzaban afirmando que las argentinas no eran flappers, y que sus conductas eran recatadas y prudentes, lo cierto es que también aquí funcionaba como una figura identificatoria para las mujeres (Tossounian, 2021) que era reproducida una multiplicidad de veces en los avisos publicitarios.

Hacia mediados y finales de la década de 1930, las siluetas de los anuncios vinculados a indumentaria, cambian nuevamente. Aunque mantienen cierta androginia, las curvas aparecen y se marcan la cintura y el busto. Por otra parte, los hombros, desnudos o con mangas abultadas, ganaban protagonismo y daban origen a una silueta de “reloj de arena” pero con toques masculinos gracias a los vestidos estructurados (Figuras 5 y 6). Estas figuras anticipaban el estilo de la década posterior, signado por los desplazamientos en los roles femeninos luego de la Segunda Guerra Mundial.

 

Figura 5. Siluetas femeninas en fragmento de anuncio La Casa Ideal de los Novios.

 

Fuente: La Capital, 9 de febrero de 1936.

Figura 6. Siluetas femeninas en fragmento anuncio Gath & Chaves.

 

Fuente: La Capital, 30 de enero de 1939.

 

Las siluetas masculinas, en cambio, experimentaron menos variaciones a lo largo del período. Si bien se observa en ellas un cambio en el estilo utilizado en las ilustraciones el talle sufre menos modificaciones, la silueta es recta, en forma de H, los sacos marcan levemente la cintura y sólo se percibe cierta preeminencia del torso y los hombros hacia el final del período (Figura 7).

 

Figura 7. Comparativo de siluetas masculinas.

Fuente: Composición propia a partir de imágenes publicadas en anuncios en el diario La Capital: 20 de enero de 1920, 27 de febrero de 1926, 4 de enero 1928, 1 de agosto de 1935 y 30 de enero de 1939.

Como puede observarse en todas las imágenes, la delgadez fue la norma absoluta tanto en la representación de siluetas femeninas como masculinas, aunque como hemos mostrado, los cambios en la silueta femenina fueron más marcados y con el correr de los años denotaron aún más la delgadez a partir de las siluetas lineales de los años 20s.

Por otra parte, aunque las siluetas o representaciones de niñxs no fueron las más numerosas, las imágenes siempre representaron a niñas y niños delgadxs. Sólo podemos advertir el cambio en los estilos de dibujo más no en sus corporalidades (Figuras 8 y 9).

 

Figura 8. Siluetas de niñxs en anuncios

Fuente: La Capital, 28 de febrero de 1926

 

Figura 9. Figuras de niñxs y jóvenes en anuncios

 

Fuente: La Capital, 3 de enero de 1939.

 

 

En el apartado final podremos ver cómo las infancias también fueron interpeladas desde un discurso de delgadez obligatorio, asociando otro tipo de corporalidades a la noción de enfermedad y también pronosticándoles sufrimiento durante toda su vida.

 

Constreñir el cuerpo: corsés, fajas y otros

En Rosario, durante las décadas de 1920 y 1930, se corrobora el cambio de una silueta quebrada o serpenteante a una silueta lineal que ya ha sido señalado como una tendencia general del período (Kaczan, 2013a; Baldasarre, 2022), mientras conviven los últimos rastros del corsé con la nueva moda de líneas rectas, que a veces podía volverse peligrosamente andrógina.

En 1920, La Casa Ideal de los Novios, todavía publicitaba sus corsés con ballenaje de acero aluminizado y en tela de batista, disponible en colores blanco, rosa y celeste. Como puede observarse en la Figura 10, la silueta encorsetada no lucía una cintura marcada por la prenda y sus curvas se encontraban apenas definidas, lo que distaba bastante del talle quebrado finisecular.

 

Figura 10. Publicidad de corsé

 

Fuente: La Capital, 19 de enero de 1920.

 

Esta tienda fue la única que hallamos publicitando la controvertida prenda en el diario La Capital y también 1920 fue el último año en que los corsés aparecieron en sus anuncios, lo que si bien no indica su discontinuidad en la venta y tampoco en el uso, sí ilustra la caída de su popularidad. No obstante, fue suplantado por fajas que cumplían funciones similares, contrayendo alguna parte de la autonomía femenina, especialmente la zona de las caderas.

Si bien la atención a esta zona se condice con la popularidad que gana la parte inferior del cuerpo a partir del siglo XIX, también se asocia a un nuevo ideal de feminidad y de seducción, que como ya hemos señalado era delgado y atlético (Vigarello, 2009; Nelson Best, 2019). La feminidad voluptuosa y ceñida del cuerpo encorsetado cedió paso a una nueva sensualidad donde el corsé desapareció, se cambió por las fajas elásticas o se internalizó mediante la dieta y el ejercicio, y las modas se volvieron más livianas y sugerentes (Steele, 2017).

La constricción del cuerpo, especialmente el femenino, se mantuvo a lo largo de todo el período. Del corsé, heredado de siglos atrás, siguieron las fajas, las vendas “maravillosas” (Figura 11) y demás productos que insistían en la maleabilidad del cuerpo.

 

Figura 11. Anuncio de vendas para piernas

 

Fuente: La Capital, 16 de febrero de 1929.

 

No obstante, aun cuando sus promesas eran múltiples y se orientaban más a una delgadez (o una gordura) que se medía en términos de contorno antes que en peso tendencia que pronto se invertiría -, sus resultados eran, evidentemente, exiguos y sólo contribuían a generar mayores ansiedades y mayores padecimientos. Era necesario intentar modificar el cuerpo “desde dentro” y allí se pregonará el deporte como verdadera solución.

 

El deporte y el cuerpo saludable

La práctica del deporte fue una de las opciones que se presentaron para modificar el cuerpo y moldearlo de acuerdo a los nuevos ideales de belleza y delgadez. La eugenesia fue la matriz predominante a la hora de definir los parámetros de un cuerpo saludable.

En el caso femenino, la práctica del deporte y su impacto en el cuerpo ponía en tensión ciertas caracterizaciones de la diferencia sexual. En el reparto de virtudes de la modernidad, la belleza se feminizó y la fuerza se volvió el distintivo masculino (Vigarello, 2009, p. 30), y aunque para 1930, la prensa femenina insistía en una silueta esbelta y deportiva, sin grasa, de miembros finos y musculosos (Vigarello, 2009, p. 204), la virilización aún era una amenaza latente en términos de género pero también de clase. La mujer corpulenta y con fuerza física se consideraba viril y se asociaba con las clases trabajadoras (Steele, 2017; Avril, 2022): obreras y empleadas domésticas. Por ello, la práctica del deporte de forma sostenida o profesional, podía volverse un nudo problemático, para el cual la salida conservadora era asociarlo a la belleza, la moda y a la salud para maternar.

Además, la práctica del deporte fue asociada a la ambigua idea de modernidad (Pulido y Orue, 2023). En las décadas de 1920 y 1930 la cultura física se expandió, pasó a formar parte del currículo escolar y, finalmente, se volvió un fenómeno de masas (Tossounian, 2021; Aisenstein y Scharagrodsky, 2006). Como hemos dicho, bajo un tinte eugenésico, el deporte se recomendó para las mujeres para que estas tuvieran un cuerpo sano y bello, pero especialmente, preparado para procrear (Pellegrini Malpiedi, 2022). El ejercicio físico fue otra forma de intervenir el cuerpo femenino, en sintonía con la moda, la cosmética y los procedimientos médicos relacionados con la estética (Vigarello, 2009).

En periódicos y revistas, aparecían consejos en sus columnas femeninas que indicaban ejercicios para hacer en casa con el objetivo de adelgazar u obtener músculos según fuera necesario. En 1924, La Gaceta Rosarina recomendaba:

Para los brazos que son demasiado delgados, ensayad alimentarlos con aceite de oliva o manteca de cacao. El ejercicio también los desarrolla. Manténgase con los brazos rectos, separados del cuerpo y muévase en anchos círculos. (La Gaceta Rosarina, agosto.1925, s/p)

Aunque la gordura era la mayor amenaza, una delgadez no tonificada ni ejercitada también se alejaba de las convenciones estéticas. Por ello, el deporte también fue asociado, siempre bajo representaciones hegemónicas, a aquello considerado sexualmente deseable. La Figura 12, correspondiente a las “Notas de interés para la mujer y el hogar” del diario La Capital del 24 de marzo de 1939, mostraba tres trajes para realizar equitación. Los figurines eran acompañados del siguiente texto:

las mujeres cabalgan casi siempre como los hombres y algunas veces mejor que ellos, rivalizando en la práctica de equitación gracias a su entusiasmo […] Bajo el sol tibio de sus mañanas, los caminos para jinetes se ven recorridos diariamente por bulliciosas cabalgatas, donde el elemento femenino aporta el mayor entusiasmo. Tal vez se deba esto a la satisfacción de saberse seductoramente ataviado. (La Capital, 24.03.1929, 12)

Figura 12. Notas de interés para la mujer y el hogar.

 

Fuente: La Capital, 24 de marzo de 1939.

 

Otro ejemplo de la sexualización del cuerpo femenino en relación al deporte puede observarse en la Figura 13, utilizada como imagen de tapa de la revista rosarina Monos y Monadas.

 

Figura 13. Tapa de Monos y Monadas

 

Fuente: Monos y Monadas, 6 de diciembre de 1935.

 

Estas imágenes refuerzan una contradicción que continúa arraigada hasta la actualidad: se prescribe el deporte para los cuerpos gordos, sin embargo, el universo del ejercicio físico se abre sólo para los cuerpos delgados y hegemónicos. La posibilidad del disfrute del movimiento o el deporte para corporalidades diversas fue cercenada tempranamente, y así, se volvió sinónimo de obligación o, incluso, de castigo.

 

La patologización de la gordura y la medicalización del cuerpo

Laura Contrera (2023) define la patologización como el desplazamiento de un conjunto de estados fisiológicos al campo de lo anormal y a la medicalización, es decir, el proceso mediante el cual ciertos fenómenos son definidos como enfermedades o condiciones que requieren intervención médica. Aplicado al caso de las personas gordas, esto implica considerar sus corporalidades, a priori, como poseedoras de una enfermedad en sí misma: la gordura.

Rastrear el proceso de patologización de la gordura puede remontarnos a siglos atrás tal como lo demostró Vigarello en su Historia de la obesidad (2011), y se condice también con el marco más general de la medicalización del cuerpo que Foucault ha señalado a partir del siglo XIX (1977).

En términos generales, la prensa de principios de siglo XX mantuvo las mismas preocupaciones sobre medicalizar e intervenir los cuerpos del siglo precedente. Prueba de ello eran las largas columnas de avisos donde se promocionan médicos de diferentes especialidades, y también tónicos, cremas, píldoras, ungüentos y aceites que prometían beneficios para variadas dolencias y malestares. Por último, promocionaban la solución extrema: la cirugía. El cuerpo podía ser cortado, suturado, moldeado quirúrgicamente desde los párpados a las extremidades.

Si bien nada de esto era privativo de las personas gordas, pues se prescribía para el conjunto de la sociedad, sí es interesante señalar que las corporalidades grandes sólo se hacen visibles en estos términos de patologización. Únicamente son representadas en vínculo con la enfermedad, con lo considerado anormal.

En 1926, podemos encontrar en el diario La Capital, diferentes anuncios de “Té Tovar” que prometían adelgazamiento fácil para niñxs y adultxs. En la Figura 14, podemos observar a un hombre adulto, con una expresión facial que podríamos asimilar a la de alguna dolencia y representado visiblemente gordo en la zona de cara y cuello, lo que aparece remarcado por el cuello de la camisa y la corbata inusual y deliberadamente corta. El texto del anuncio hace hincapié en la facilidad y a la seguridad del producto, comparado con otros métodos como la ingesta de tiroidina. El té en cuestión promete actuar únicamente sobre la grasa y no sobre el equilibrio general del cuerpo.

Figura 14: Anuncio de Té Tovar dirigido a adultxs.

Fuente: La Capital, sábado 27 de febrero de 1926 s/p.

 

El anuncio dirigido a las infancias es aún más llamativo (Figura 15). Si bien la representación visual es menos incisiva, el texto es definitivo: “Tener niñas fuertes y desarrolladas es algo hermoso, pero niñas exageradamente gordas, es fuera de toda duda triste, porque es condenarlas a ser obesas toda su vida, y la obesa, dígase lo que se diga, sufre de su estado”.

Aquí encontramos aquello que Vigarello (2011) nombra como “el martirio”, aquel sufrimiento que tienen las personas gordas no por su corporalidad en sí, sino como resultado del rechazo social que reciben, de aquellas asociaciones que se hacen respecto de su personalidad y su carácter, de la presión por adelgazar y por enfrentarse al continuo fracaso de los tratamientos a los que son sometidas.

 

Figura 15: Anuncio de Té Tovar dirigido a niñas

 

Fuente: La Capital, 11 de febrero de 1926

La preocupación por medicalizar prontamente el menor atisbo de gordura no sólo se observaba en los anuncios publicitarios, sino también en las consultas de quienes leían el periódico. En el correo de lectoras de una sección femenina titulada Adornos para la mujer y el hogar” del mismo diario una década más tarde, en dónde finalmente se hacían consultas de todo tipo, una persona le consultaba a la responsable sobre cuestiones de peso y adelgazamiento y se le daba la siguiente respuesta:

Sonadora de ojos negros – Amiguita mía. Si tiene 164 de altura y 63 de peso está muy bien, no tiene porqué rebajar hasta ahora no debe tomar nada (La Capital, 23.02.1936, s/p).

La frase “hasta ahora no debe tomar nada” indicaba que en un futuro sí podía ser necesario consumir “algo”. Como solo las respuestas eran publicadas, más no las preguntas, no podemos asegurar a qué se hace referencia concretamente, si un té como el caso de Tovar o algún tipo de medicación o preparado. No obstante, tanto para el caso de productos que se llamaban a sí mismos naturales como para el caso de preparados farmacéuticos, la gordura o la amenaza de ella planteaba la “necesidad” de medicalización.

 

La intervención del cuerpo mediante cirugía

El proceso de medicalización e intervención del cuerpo podía proponer soluciones más drásticas, esto es, las cirugías. Las mismas se habían popularizado luego de la Primera Guerra Mundial bajo la lógica de la reconstrucción, pero un par de décadas después su perfil había cambiado para nombrarse a sí misma cirugía estética a la vez que se le asignaba un rol social e incluso una función altruista (Vigarello, 2009).

En el semanario ilustrado rosarino Monos y Monadas, la intervención quirúrgica del cuerpo tuvo su propia columna. Desde las primeras ediciones del semanario y hasta su desaparición, se publicó un segmento sobre cirugía estética (Sguigna, 2022). La sección, a cargo del doctor Codazzi Aguirre, se tituló “Cirugía

Plástica y estética al alcance de todos” y se legitimó en términos de cientificidad y de “obra cultural de mérito”. En la primera columna, se explicó que la cirugía tenía el objetivo de combatir las monstruosidades orgánicas” (Monos y Monadas, 28.09.1934, p. 14) y luego listó los casos en que era necesario intervenir:

Al cirujano esteta compite (sic) entre otras facultades, estirpar (sic) las arrugas, estigmas de la vejez, las cicatrices deformes y viciosas, los párpados herniados, caídos y evertidos (sic), los ojos desviados, los ojos leucomatosos, blanquiscos (sic), los ojos pequeños, las narices anchas, arqueadas, torcidas y hundidas, las bocas desalineadas, los labios barbudos y obesos, los mentones prominentes y hundidos, las orejas desproporcionadas, los cuellos incorrectos, los torsos y senos antiestéticos, el vientre colgante, las caderas imperfectas, las gorduras localizadas, las extremidades deformes (Monos y Monadas, 28.09.1934, p. 14, el resaltado es nuestro).

Tal como puede leerse, la lista era extensa y la gordura sólo representaba una de las posibles preocupaciones que la cirugía permitía borrar o transformar. En la columna, intervenir el cuerpo era un deber social, un deber con los demás:

Obligación social de agradar, de no chocar, de no mal parecer, y eso en todo sentido, ya en lo físico o material, como en lo intelectual y moral. […] No se tiene derecho a interrumpir la felicidad de los demás, a inquietar desagradando, cuando se puede evitar esas provocaciones, por eso es obligatorio proceder bien y tratar de agradar física y moralmente, por eso los defectos somáticos, anatómicos y morfológicos deben ser corregidos (Monos y Monadas, 15.02.1935, p. 8).

La visión que se tiene de la belleza y de la “monstruosidad” y de cómo estas tejen un juego de habilitaciones/inhabilitaciones para la aparición pública remite necesariamente a la noción de abyecto de Judith Butler (2020):

 

Lo abyecto designa aquí precisamente aquellas zonas ‘invivibles’, ‘inhabitables’ de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo ‘invivible’ es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos (pp. 19-20).

 

Sin dudas, la gordura, sólo representada visualmente como patológica, pasaba a formar parte en estos discursos de lo invivible, de lo inhabitable, de aquello que era necesario corregir u ocultar, de aquello que avergonzaba.

 

CONCLUSIONES

En el marco que la ESI propone para las Ciencias Sociales, y desde la historia con perspectiva de género, en este artículo nos propusimos mostrar cómo la prensa ilustrada de principios de siglo XX, en una de las ciudades más importantes de nuestro país, representó visualmente y construyó sentidos sobre la delgadez y la gordura.

Así, la delgadez fue representada profusamente, vinculada a la moda, la estética, el deporte y la salud. No obstante, como también pudimos observar, la propia delgadez fue cambiando con el tiempo, para mostrarse cada vez más marcada y para encarnarse, en la mayoría de los casos, en representaciones del cuerpo femenino. Fue el cuerpo de las mujeres el que tuvo y probablemente todavía tiene mayores presiones para mostrarse dentro de los cánones de lo considerado deseable.

Por otro lado, fue muy difícil hallar imágenes de corporalidades gordas. Cuando estas finalmente aparecieron, lo hicieron bajo el tinte de lo patológico, ilustrando publicidades de sustancias que prometían un rápido adelgazamiento. Los discursos textuales fueron en el mismo sentido, y delimitaron a la gordura en el terreno de lo abyecto.

Muchos de estos sentidos construidos hace un siglo atrás hoy perviven, por eso es necesario desnaturalizarlos y también trabajarlos dentro de las aulas. De forma esperanzadora, las militancias gordas y sus producciones ganan terreno para lograr no sólo que todos los cuerpos importen, sino que la vida sea vivible para todos ellos bajo el reconocimiento de sus derechos, de la diversidad y el rechazo a todas las formas de discriminación.

REFERENCIAS

 

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FUENTES

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La Gaceta Rosarina. 1923-1925. Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez”. Rosario.



[1] Ver: https://www.archivogrueso.com En su presentación indica: “Archivo Grueso nace en 2021 como proyecto archivístico artístico activista en contra de la invisibilización que sufre la comunidad gorda. Este proyecto interactivo online aúna el contenido de la investigación, la herramienta archivo y el propio cuerpo gordo que genera este conocimiento”

[2] https://ministeriodelasmujeres.gba.gob.ar/gestor/uploads/CUADERNILLO%202%C2%B0%20p%C3 %BAblico%20general.pdf

[3] https://www.argentina.gob.ar/inadi/revista-inclusive/inclusive-04

[4] https://www.argentina.gob.ar/inadi/mapa-nacional-de-la-discriminacion

 

[5] Es interesante señalar que, cuando la burguesía era representada visualmente para criticarla, usualmente se usaba la figura de un varón gordo de vientre prominente, asociado a la avaricia, la ambición y el egoísmo.