SEGREGACIÓN Y
DESPOBLAMIENTO DE LA MATRÍCULA DE ESCUELAS PÚBLICAS EN CHILE:
UN ESTUDIO DE TENDENCIA
ENTRE LOS AÑOS 2003 Y 2018
SEGREGATION AND
DEPOPULATION OF PUBLIC SCHOOL ENROLLMENT IN CHILE: A TREND STUDY BETWEEN 2003
AND 2018
Geraldo
Padilla-Fuentes
Universidad del
Bío-Bío, Chile
Carlos
Rodríguez-Garcés
Universidad del
Bío-Bío, Chile
Denisse
Espinosa-Valenzuela
Universidad del
Bío-Bío, Chile
Recibido: 25 de junio de 2021
Aprobado: 28 de noviembre de 2021
Publicado: 31 de diciembre de 2021
Cita sugerida: Padilla-Fuentes, G.; Rodríguez-Garcés, C. y
Espinosa Valenzuela, D. (2022). Segregación y despoblamiento
de la matrícula de escuelas públicas en Chile: un estudio de tendencia entre
los años 2003 y 2018. Revista
de la Escuela de Ciencias de la Educación. 1(17), 189-204.
RESUMEN
El objetivo de este artículo es analizar el
comportamiento de la matrícula en los ciclos de Educación Básica y Media del
sector público en Chile. Desde un enfoque cuantitativo y con técnicas
descriptivas-analíticas, se exploraron datos del Ministerio de Educación de
Chile y de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN),
exhibiendo la tendencia de la matrícula y perfiles de la demanda en educación
pública entre los años 2003 y 2018. Los resultados muestran un sostenido
decaimiento en los niveles de matrícula municipal, especialmente desde las
clases medias. Estos colegios parecen cada vez más relegados a la atención
preferente de grupos vulnerables con bajo capital socioeconómico, lo cual
reproduce la segregación educativa, en especial cuando se considera el
crecimiento del sector privado. Las conclusiones argumentan que el deterioro
evidenciado en la matrícula y prestigio social de la educación pública pueden
estar llegando a un punto de no retorno donde la intervención del Estado es
urgente; este debe modificar su rol subsidiario y fortalecer la misión cultural
de la educación, paso indispensable para la recuperación de la convivencia y
encuentro con otros en la escuela.
Palabras
clave: Acceso a la educación – Educación pública – Segregación
educativa – Capital social – Elección educativa.
ABSTRACT
The objective of this article is to analyze
the behavior of enrollment in Basic and Secondary Education in the public
sector in Chile. From a quantitative approach and with descriptive-analytical
techniques, data from the Chilean Ministry of Education and the National
Socioeconomic Characterization Survey (NSCS) were explored, showing the trend
of enrollment and demand profiles in public education between 2003 and 2018.
The results show a sustained decline in public enrollment levels, especially
from the middle classes. Schools in this sector seem increasingly relegated to
preferential attention to vulnerable groups with low socioeconomic capital,
which reproduces educational segregation, especially when considering the
growth of the private sector. The conclusions argue that the deterioration
evidenced in the enrollment and social prestige of public education may be
reaching a point of no return where State intervention is urgent; the State
must modify its subsidiary role and strengthen the cultural mission of education,
an indispensable step for the recovery of coexistence and encounter with others
at school.
Keywords: Access to education – Public
education – School segregation – Social capital – Educational choice.
INTRODUCCIÓN
Para las naciones, la educación se configura como el mecanismo
fundamental de desarrollo
y crecimiento, proceso permanente de aprendizajes encargado de formar
ciudadanos íntegros y autónomos. Con la intención de potenciar el logro de
estos objetivos, los distintos gobiernos han intervenido la provisión,
aseguramiento y calidad de sus sistemas educativos. En el caso chileno, a
principios del siglo XX el Estado se caracterizaba por ser garante, proveedor y
regulador del servicio educativo, buscando igualar oportunidades entre todas y
todos.
Su responsabilidad y
atribuciones perduraron hasta la entrada en vigencia de la reforma educativa de
1980, la cual introdujo el rol subsidiario y el principio de libre elección,
favoreciendo el proceso de desarticulación y privatización de la educación pública.
Se inicia así el traspaso de administración hacia los municipios y la masiva
creación de instituciones escolares con gerencia privada, incentivados por la
Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza promulgada en 1990, la cual reconocía
la autonomía para abrir, organizar y
mantener establecimientos educacionales con mínimos requisitos (Gobierno de Chile, 1990; OCDE, 2004). Las
sucesivas reformas realizadas desde la recuperación de la democracia nunca
cuestionaron los principios y mecanismos que inspiraron estos cambios, más
bien, las modificaciones y acciones compensatorias resultaron insustanciales,
cuando no con efectos perversos.
En efecto, todas las
reformas implementadas en educación después del advenimiento de la democracia
mantuvieron incólume el sistema de financiamiento y el rol subsidiario del
Estado en la provisión de servicios sociales como el educativo. El modelo de
financiamiento de voucher inaugurado
en los 80’, consistente en el pago de un importe o subvención estatal por
alumno matriculado con independencia de la naturaleza pública o privada del
establecimiento al que asista, es considerado en la actualidad como la piedra
de tope para una transformación estructural del sistema.
Sobre la base de la
reforma educativa del ‘80 y las enmiendas realizadas con posterioridad a la
recuperación de la democracia en Chile, el sistema educativo en su componente
administrativo se configuró en cuatro tipologías: colegios públicos de
administración municipal, colegios particulares subvencionados,
establecimientos particulares pagados y, aunque con una presencia más marginal
en la oferta educativa, estarían los colegios de administración delegada,
instituciones de propiedad estatal cuya gestión administrativa ha sido
transferida a corporaciones de carácter privado. Todas estas instituciones, con
excepción de los colegios particulares pagados, reciben financiamiento estatal,
aunque los establecimientos particulares subvencionados tendrían la posibilidad
de cobrar un importe adicional a las familias.
Paralelamente en 1988, y
recogiendo la experiencia acumulada los
últimos 20 años por los sistemas nacionales de evaluación de resultados de
aprendizaje, se creó el Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE),
mecanismo que mediante la aplicación de pruebas estandarizadas busca proveer de
información a los distintos actores del sistema para realizar ajustes
curriculares pertinentes, promover la competencia entre establecimientos y
orientar la elección educativa de padres, madres y apoderados.
Por otra parte, la
modificación en 1994 a la Ley de Subvenciones Educacionales del Estado, donde
se aprobó el financiamiento compartido (copago) entre el Estado chileno y la
familia, sostenía que, a mayor oferta y competencia, mayor calidad educativa.
Esto bajo el supuesto que las elecciones parentales se efectúan sobre la base
de criterios de eficiencia en sintonía con el Proyecto Educativo de cada
institución. Se estimaba que el copago posibilitaría aumentar la inversión por
alumno a través del aporte realizado por padres y madres; inversión parental
que incrementaría los vínculos y nivel de compromiso con la escuela.
La relación virtuosa
atribuida al aporte económico familiar como eficiente mecanismo para allegar
recursos y fortalecer el compromiso parental con la labor educativa,
rápidamente tornó a consecuencias indeseadas (Falabella,
2015). Entre sus efectos más notorios e inmediatos está el aumento
significativo de la oferta privada, la mercantilización educativa y la
profundización de los procesos de segmentación. En efecto, la desregulación del
sistema, su funcionamiento con lógicas de mercado y los incentivos instalados
mediante subvención y copago, propiciaron la creación y ampliación de
instituciones de carácter privado con fines de lucro, los cuales bajos
distintos mecanismos y estrategias captan cada vez mayor matrícula (Santos y Elacqua, 2016).
La oferta privada se hace
masiva, segmentada y diversa con la finalidad de atender a un alumnado
heterogéneo, transformando las estructuras del sistema educativo. Tras la lógica de libre elección, a la que suele
atribuirse una función intrínseca y fundamental para la calidad y eficiencia
educativa (Hernández y Raczynski, 2015), se esconde la configuración de
distintas tipologías de colegio para distintos grupos de estudiantes que no han
hecho más que segmentar a las familias según su capacidad de pago y capital
sociocultural, replicando la pirámide social y segregación residencial en el
espacio educativo (Mizala y Torche, 2012; Elacqua y Santos, 2013).
Aunque la clásica
adscripción de estudiantes de clases altas a colegios pagados, clases medias a
particulares subvencionados y clases bajas a públicos resulta parcialmente
anacrónica con la irrupción del copago, el vínculo entre clase social y
elección educativa se refina y persiste. En este contexto, la extensión de la
oferta particular subvencionada ha propiciado su mixturización interna,
atendiendo ahora a estudiantes de diferentes estratos socioeconómicos, pero
siempre en un espacio de segmentación institucional (OCDE, 2011; Flores y Carrasco, 2013; Córdoba et. al., 2016).
Así entendido, los establecimientos particulares
subvencionados pueden ser desagregados en diversas tipologías sobre la base de
los atributos socioeducativos de su alumnado y/o el perfil del sostenedor. Así
por ejemplo, el estudio de (González y Parra, 2016) reporta que es posible
caracterizar a este sector educativo también a partir de las redes económicas,
ideológicas y políticas que los sostenedores ostentan.
Por su parte, la escuela
pública ha enfrentado un progresivo deterioro en su infraestructura y prestigio
social, atendiendo preferentemente a los segmentos de menores ingresos (García-Huidobro, 2010; Gubbins, 2013; Bellei, 2018),
aunque ello no significa necesariamente que este último se encuentre satisfecho
con la elección que ha realizado (Hernández y
Raczynski, 2015). En el cumplimiento de su misión, estas instituciones
enfrentan una serie de problemáticas personales y familiares de sus
estudiantes, a lo que se suma el limitado apoyo educativo que reciben desde los
hogares más vulnerables donde usualmente los niveles de escolaridad son bajos y
los recursos para adquirir materiales o complementos de estudio escasean
(Bellei, 2015).
Con la
persistencia del rol subsidiario del Estado en materia educativa, desde los ‘90
ha crecido la irrupción de escuelas
pertenecientes al sector privado en el sistema, todo lo cual, por una parte, ha
perjudicado los niveles de matrícula pública y su atractivo entre las familias,
y por otra, ha permitido el enquistamiento de las lógicas de competencia en la
provisión de este servicio social. En este contexto, la libre elección parental
y selección escolar institucional funcionaron como mecanismos reproductores de
desigualdad y segregación sociocultural entre los sectores públicos y privados,
separando a las familias en razón de sus características socioeducativas o prerrogativas
de clase (Cucchiara, 2013; Cal et. al.,
2019).
En teoría, el sistema
educacional reconoce el principio de libre elección para que padres y madres
escojan, con independencia de su lugar de residencia y de acuerdo con sus
preferencias e intereses, el establecimiento educativo de sus hijos/as. Sin
embargo, también permitía a los colegios aplicar mecanismos de selección en sus
procesos de admisión sobre la base de requisitos académicos del estudiante o
exigencias a las familias. Esta práctica institucional restringe profundamente
el principio de libre elección y favorece la segregación y segmentación
socioeducativa, además que obstaculiza la convivencia y encuentro con otros en
la escuela (Bellei, 2007; Valenzuela, 2008;
Contreras et. al., 2010).
Dentro del panorama
decisional de padres y madres de mayor capital económico y educativo, la oferta
privada se configura como la opción más elegible y adecuada para la educación
de sus hijos/as, con apropiados atributos de seguridad, calidad y/o eficiencia (Hernández y Raczynski, 2015). Por otro lado,
desde su perspectiva la educación pública presenta dificultades para transitar
por el currículum, problemas de convivencia escolar, déficit de infraestructura
y equipamiento, además de no garantizar el ingreso a la educación superior (Departamento de Educación Pública, 2018); atributos
que la convertirían en un lugar de riesgo en vez de oportunidad para el
contacto y convivencia (Tijmes, 2012).
Así, las elecciones
parentales que rehúyen de la oferta pública serían reflejo de una
insatisfacción de expectativas acerca de la calidad y eficiencia educativa,
además del esfuerzo por sostener status y proveer seguridad a los hijos/as en
colegios de alta homogeneidad sociocultural. En este sentido, Van Zanten (2003) postula que las elecciones
educativas de padres y madres de clase media se encuentran vinculadas con la
valoración de características culturales y de convivencia de la escuela;
criterios que favorecen al sector privado en lugar del público, por cuanto se le
percibe menos expuesto a violencia, problemas de convivencia y garantizan un
mejor aprovechamiento educativo.
En
atención al panorama de cuestionamiento y deterioro de la educación pública
reportados, el objetivo de este artículo es analizar las fluctuaciones que han
experimentado las escuelas públicas en su matrícula entre los años 2003 y 2018,
indagando en los atributos socioeconómicos de quienes la escogen y los procesos
de segmentación socioeducativa que se instalan y profundizan en un modelo de
financiamiento que subsidia la demanda. Para esto, se utilizan los registros
del Ministerio de Educación de Chile e información de la Encuesta de
Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), calculando proporciones e
índices que reflejen, por un lado, el despoblamiento de la educación pública y,
por otro, el perfil de quienes la eligen.
DESARROLLO
Metodología
Diseño
Desde una perspectiva cuantitativa, este artículo
analiza la tendencia de la matrícula que han reportado los establecimientos
públicos en Chile para sus ciclos de Enseñanza Básica y Media entre los años
2003 y 2018. A través de indicadores desagregados de cobertura escolar, se
indaga sobre la merma en el volumen de matrículas de este sector, además, se
utilizan algunos atributos económicos y socioculturales de la demanda para
establecer perfiles de adhesión.
Instrumentos
Para el análisis estadístico se utilizaron dos
fuentes de datos nacionales. Por medio de la Ley 20285 sobre acceso y
transparencia a la información, se tuvo acceso al registro histórico de
matrículas del Ministerio de Educación (Mineduc). Estas bases de datos
contienen información sobre matrícula, oferta educativa y niveles de enseñanza
de cada unidad escolar, organizadas por año y tipo de administración.
Información que fue condensada y analizada según los requerimientos del
estudio.
La
segunda fuente de datos corresponde a la Encuesta de Caracterización
Socioeconómica Nacional (CASEN) del año 2017, principal herramienta para la
evaluación de políticas públicas y diagnóstico socioeconómico en Chile. Esta
encuesta es de aplicación bianual y recoge información sobre salud, trabajo,
educación, ingresos y condiciones de vida de las personas, con énfasis en la
vulnerabilidad de los grupos más pobres. Cabe mencionar que se trabaja con
CASEN 2017 porque el acceso a la versión 2019 se ha retrasado en razón de la
pandemia por COVID-19 y la crisis económica y sanitaria que ha ocasionado. De
hecho, el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, entidad encargada de
CASEN, ha preparado una versión especial de la encuesta (CASEN en Pandemia
2020), limitando la disposición de datos hasta nuevo aviso.
Muestra
Los datos de matrícula están agrupados según
establecimiento y ciclo educativo. Para el año 2018, Mineduc cuenta con 16.044
colegios registrados (Tabla 1), de los cuales solo un 42,4% corresponde a
dependencias Municipales o públicas. Coincidente con los movimientos de
urbanización del país, la mayoría de colegios opera en zonas urbanas (92,0%),
mientras que un 72,5% atiende preferentemente a población vulnerable o de
estratos socioeconómicos Bajo y Medio Bajo, que, en la tipificación utilizada
por el Mineduc en razón del capital económico y educativo parental, corresponde
a las categorías A y B.
Tabla 1: descripción de la muestra Mineduc 2018 (%)
|
Colegios (N= 16.044) |
Matrículas (n= 2.885.517) |
Dependencia - Municipal - Particular subvencionado - Particular privado |
42,4 47,4 10,2 |
37,3 53,3 9,4 |
Zona - Urbana - Rural |
69,2 30,8 |
92,0 8,0 |
GSEa - A y B - C - D y E |
72,5 17,3 10,2 |
56,1 25,8 18,1 |
Ciclo - Enseñanza Básica - Enseñanza Media |
- - |
68,9 31,1 |
Nota: a= no todos los colegios cuentan con su clasificación
socioeconómica, por lo que se incluyen solo aquellos etiquetados (N= 8.445).
Elaboración propia con datos Mineduc (2018).
En
2018, estos colegios atendieron a un total de 3.582.448 estudiantes en
distintos ciclos, niveles y regímenes. De este universo, fueron seleccionadas
aquellas matrículas que pertenecieran a la modalidad regular de estudios y en
los ciclos de Enseñanza Básica y Media, ya fuera Técnica o Humanista. De este
modo, la muestra estuvo constituida por 2.885.517 matrículas. Al momento de
observar cómo se distribuyen los estudiantes, encontramos que alrededor de 2 de
cada 5 asisten a educación pública (37,3%), mayoritariamente a colegios
vulnerables (56,1%).
Los
perfiles de la demanda educativa del sector público se configuraron sobre la
base de los datos reportados por la encuesta CASEN 2017, cuya muestra la
integran 21.866 estudiantes.
Procedimiento
Una vez revisadas las bases de datos y habiendo
controlado sesgos de información como datos perdidos o códigos de respuesta
inválidos, se procedió a seleccionar la muestra principal de estudios,
constituida por las matrículas de los establecimientos adscritos al sistema
público y con modalidades regulares de Enseñanza Básica y Media. De este modo,
la Figura 1 presenta la evolución que han tenido estos registros desde el año
2004 al 2018 en dos sentidos: cobertura y pérdida de volumen.
Luego
se analizan las fluctuaciones en la matrícula en la educación pública según
ciclo de estudios y características socioeconómicas de la demanda. Cabe
destacar que, a diferencia del Mineduc, CASEN sí reporta datos para el año
2003, lo cual permite ampliar levemente la franja temporal de estudio. Junto
con los niveles de captación de matrículas, interesa ver cómo se manifiesta el
despoblamiento entre los extremos temporales y por cada año comprendido en los
registros. Para tal efecto, se elaboran los índices de diferencia relativa [Vt0-Vtn/Vtn]
y la tasa de crecimiento anual compuesto [((Vtn/Vt0)^1/tn-t0)-1].
Resultados y discusión
Al año 2018, un total de 2.885.517
niños, niñas y adolescentes participan del sistema escolar chileno,
alcanzando coberturas netas del orden del 93% en el ciclo de enseñanza básica y
87% para enseñanza media. Si bien estas cifras en los niveles de escolarización
significan un progreso importante, autores como Brunner y Elacqua (2003) y Bellei (2018) afirman que su desarrollo histórico ha sido lento, tardío y
desigual, bajo un esquema de profunda segmentación socioeducativa. Aun cuando
la diferenciación en el acceso y calidad de la educación recibida ha sido un
problema estructural, la reforma de 1980 acentuó las brechas instalando
profundos cambios en la forma en que se comprende y provee el servicio
educativo en el país.
En efecto, la matrícula
del sector público arrastra una merma constante desde la década de los 90’,
cubriendo al año 2018 un escaso 32,4% y 38,2% de los ciclos de Educación Media
y Básica respectivamente (Figura 1). Esta disminución representa una pérdida
bruta del 30% en comparación a la registrada el año 2004. Mientras la cantidad
de matriculados en educación pública decae, el sector privado, en especial el
segmento particular subvencionado, acrecienta su volumen de matrícula,
atendiendo a cerca de dos tercios (63,4%) de la población estudiantil.
Volúmenes de participación privada que, a juicio de autores como Bellei (2018), situaría a Chile como uno de los
sistemas educativos más privatizados del mundo.
Figura 1. Cobertura y pérdida
de matrículas en Educación Municipal según ciclos de enseñanza
Nota: P.M= Pérdida de matrícula en puntos porcentuales; Ed.= Ciclo
educativo.
Elaboración propia con datos Mineduc, años respectivos.
Uno de
los factores que comúnmente la literatura vincula con este despoblamiento de la
educación pública es el rendimiento insuficiente que obtiene en los procesos de
medición de calidad educativa. Tanto el SIMCE como pruebas estandarizadas
internacionales han dado cuenta del retraso curricular, dificultades de
aprendizaje y bajo rendimiento que tienen las instituciones públicas en
comparación a las privadas, a lo que se suma un déficit en sus condiciones de
seguridad, respeto y organización (Contreras et al., 2007; Lomas, 2007; López
et al., 2011; Tijmes, 2012; Agencia de Calidad de la Educación, 2017); conjunto
de elementos que tienden a ser considerados en las decisiones parentales
educativas.
Asimismo,
investigaciones plantean que la falta de restricciones en la admisión pública
configuraría contextos expuestos al roce
con estudiantes vulnerables, lo cual para padres y madres de clases medias y
altas pondría en riesgo el capital social y cultural de la familia (Forsey et
al., 2008; Rich y Jennings, 2015). En la medida que el financiamiento
compartido, la selección escolar y las prácticas de competencia favorecen la
gestión de los colegios privados, se produce un cierre social llamativo para padres y madres que evalúan la
educación como una inversión a proteger, abandonando paulatinamente el sector
público (Hernández y Raczynski, 2015).
Por lo
anterior, el despoblamiento de la educación pública observado en la Figura 1
sería en gran medida un fenómeno migratorio hacia la oferta privada,
especialmente la de tipo particular subvencionada, ya sea en búsqueda de
mejores resultados escolares, reproducción de estatus o espacios de convivencia
más seguros.
En este contexto, lo que
autores como García-Huidobro (2010) han
denominado crisis de la educación pública, convierte a este sector en
opción de una demanda específica (Quijada y
Mungarro, 2014). Están los que eligen la educación pública en tanto proveedora
de un servicio gratuito y de calidad; quienes por motivos prácticos y a fin de
no interrumpir trayectorias escolares o vínculos relacionales prefieren no
migrar y, en peor posición, están quienes la escogen por la imposibilidad de
acceder a otra oferta. En este último grupo se aplica lo que hemos denominado política de elección educativa por única
opción, es decir, cuando la elección de colegios públicos no refleja
predilección, gusto o interés hacia el proyecto educativo, sino que constituye
la única opción asequible; circunscrita mayoritariamente a población
vulnerable.
Al respecto, la Tabla 2
informa sobre la variación de matrícula en el sector público según atributos
socioeducativos de su demanda. La escuela pública se ha configurado como opción
preferente de población socioeconómicamente vulnerable y de bajo capital
familiar educativo. Al año 2018, alrededor de 3 de cada 5 (61,6%) estudiantes
pertenecientes a familias ubicadas en el decil 1 asisten a colegios Municipales
en educación Básica, mientras que en Media lo hace el 56,7%. Por su parte,
quienes provienen de familias clasificadas en el decil 10, registran tan solo
un 7,7% y 9,4% de participación en cada ciclo respectivamente. Si bien en ambos
niveles educativos las pérdidas relativas de matrícula son similares entre los
periodos analizados (en torno al 15%), cabe destacar que la baja participación
de clases altas en las escuelas públicas ha sido una constante histórica,
particularmente acentuada tras la reforma del ‘80.
Tabla 2. Variación
de matrícula en el sector público según atributos
socioeducativos de la demanda
|
Captación |
Diferencia relativa |
TCAC |
|||||
|
2003 |
2018 |
2003-2018 |
2003-2018 |
||||
|
Básica |
Media |
Básica |
Media |
Básica |
Media |
Básica |
Media |
Deciles
de ingreso |
||||||||
-
Decil 1 |
72,8 |
67,4 |
61,6 |
56,7 |
-15,4 |
-15,9 |
-1,2 |
-1,2 |
-
Decil 10 |
8,5 |
11,1 |
7,7 |
9,4 |
-9,4 |
-15,3 |
-0,7 |
-1,2 |
Jefe/a
de núcleo con Estudios Superiores |
||||||||
-
No |
64,1 |
57,8 |
55,4 |
52,6 |
-13,6 |
-9,0 |
-1,0 |
-0,7 |
-
Si |
39,5 |
40,2 |
26,7 |
26,3 |
-32,4 |
-34,6 |
-2,8 |
-3,0 |
Nota: TCAC= Tasa de
crecimiento anual compuesto, medida que controla la fluctuación de valores
entre unidades de tiempo.
Elaboración propia con
resultados Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) de los
años 2003 y 2018.
La ausencia de mecanismos
de selección como atributo predominante de la escuela pública haría de esta una
opción menos deseable para padres y madres de sectores con ingresos medios y
altos. Para estos actores, la admisión sin restricción por perfil académico o
familiar del estudiante pondría en riesgo la convivencia, disciplina y calidad
de la enseñanza impartida, dificultando la
labor educativa en las aulas. Tal como han recogido Hernández y Raczynski (2015), los padres y madres estiman que en
contextos educativos mixturados socialmente deben
desviarse recursos desde lo pedagógico hacia la solución de problemas
personales y/o familiares de los estudiantes. Aun cuando impresiones como estas
se encuentran fuertemente influenciadas por el prejuicio, existe evidencia
sobre las dificultades que entraña la labor educativa en contextos pobres o de
carencia, sobre todo respecto a convivencia, vinculación familia-escuela y
condiciones de educabilidad en la sala de clases (Castro y Cano, 2013).
Por tanto, la elección
educativa parental es correlato de la disponibilidad de recursos económicos y
educativos del grupo familiar, del conjunto de expectativas que definen la
conservación/reproducción de estatus en la familia y del grado de aislamiento
que se instala respecto a los estudiantes indeseados.
Esto añade al análisis de la segregación escolar
propiciada por la subsidiariedad del Estado en educación, la aspiración de
padres y madres por ingresar a los colegios perimetrados socialmente, evitando
así a quienes se evalúa como conflictivos, de lento aprendizaje y con problemas
familiares; lo que constituye al despoblamiento de la educación pública
en un fenómeno de clases.
La dinámica de distinción
social por nivel socioeconómico es reforzada por mecanismos de acumulación de
capital cultural o educativo. De este modo, los padres y madres que alcanzan
estudios superiores optarían mayoritariamente por la oferta privada, elección
que se ha masificado los últimos años. Para el caso de enseñanza Media, en el
año 2003 un 40,2% de los padres y madres con estudios superiores optaba por
educación pública, mientras que para el año 2018 la cifra se reduce un tercio
(Tabla 2).
El capital humano
acumulado por padres y madres correlaciona no solo con el nivel de ingresos
familiar, sino también con las expectativas intergeneracionales. De allí que la
inversión educativa realizada por estas familias no pondere tan solo
aspiraciones académicas, sino también las oportunidades para la articulación de
redes y movilidad social que, a su criterio, ofrecería en mayor magnitud y
calidad la oferta privada. El sistema educativo posibilita, cuando no favorece,
la articulación de estos mecanismos de distinción y cierre social con lógicas
de inclusión/exclusión basadas en el capital socioeconómico y educativo,
estableciendo así una alta homogeneidad al interior de las comunidades a la vez
que maximiza la varianza entre ellas.
Si bien la escuela pública
constituye un espacio de atención preferente a sectores socioeconómicos bajos y
medio-bajos, alumnos pertenecientes a estos segmentos también migran a
instituciones de administración privada, aunque la pérdida de matrícula es
menos acentuada, particularmente cuando la familia dispone de bajo capital
educativo acumulado. La continua ampliación de la oferta privada, el
financiamiento compartido y la atracción de quienes poseen mejores perfiles
académicos, unido a componentes aspiracionales de las familias, favorecen el
desplazamiento desde lo público hacia un determinado segmento de la oferta
privada. En efecto, al año 2018 alrededor de 2 de cada 5 estudiantes del 10%
más pobre estudia en colegios particulares subvencionados por el Estado, los
cuales a juicio de la demanda destacan por atributos simbólicos y prácticos en
un contexto donde la oferta pública está fuertemente restringida.
En suma, el despoblamiento
de la educación pública no significa tan solo una migración o movilidad
educativa desde los sectores municipales hacia los particulares, pues esto
puede ser explicado también teniendo en cuenta la fuerte irrupción de oferentes
privados y la serie de incentivos que la política educativa estableció para la
atracción y retención de estudiantes en este sector (Paredes y Pinto, 2009). En consecuencia, se hace necesario incluir
al análisis el contexto en que se sitúa el quehacer educativo de los establecimientos
públicos, la desigualdad de condiciones con que opera y el tipo de
problemáticas que afronta previo y durante el tránsito curricular.
CONCLUSIÓN
La educación pública en Chile ha estado expuesta a un
panorama árido y desventajoso por más de tres décadas. La subsidiariedad
ofrecida a los intereses privados en educación bajo el supuesto de aportar a lo
público, amenazó directamente el proyecto de los establecimientos estatales. La
irrupción y masificación de colegios particulares no tan solo redefinieron el
papel del Estado en materia educativa, sino también las condiciones, exigencias
y limitantes con que operaría la escuela pública. Si bien las actuales reformas educativas han comprometido un nuevo trato
hacia este sector, persiste una legítima incertidumbre respecto de su real
capacidad para lograr las mejoras anheladas.
En tal sentido,
los resultados de este artículo definen las trayectorias y perfiles que
registra la adscripción a la escuela pública. Los resultados develan una
progresiva y preocupante pérdida en la captación de matrícula, situación que
pone en riesgo la continuidad operativa de muchas instituciones educativas bajo
el actual modelo de financiamiento. El refinamiento de los perfiles académicos
y socioculturales del alumnado a través de mecanismos de selección y copago han
sido estrategias ampliamente utilizadas por la oferta privada para mejorar su
posicionamiento, por cuanto sus resultados estarían más vinculados al control
de admisión que a atributos propios de este tipo de administración.
En este
panorama de competencia desleal, la oferta pública se restringe y se le
atribuye escasa eficiencia y eficacia educativa. A esto debemos añadir la nueva
postura que asumen padres y madres respecto al valor de la educación, entendida
como inversión tendiente a la conservación y reproducción de estatus, donde la
escuela pública aparece como escasamente deseable. En efecto, significativos
conglomerados poblacionales rehuyen de la escuela pública optando por la oferta
particular subvencionada incluso con relativa independencia de los niveles de
logro que estas alcancen. En una dinámica de distinción y agrupamiento según
Canales, Bellei y Orellana (2016) y Hernández y Raczynski (2015), los padres y
apoderados buscan separarse de lo que consideran la turba o los
indeseables como resultado de una socio-fobia,
mientras paralelamente desarrollan acciones de socio-filia o concertación con
aquellos que conciben como sus iguales o aspiracionalmente deseables.
De allí que
padres, madres y apoderados distingan, en una lógica tan aspiracional como
arribista, entre aquellos colegios que “seleccionan” y aquellos que “mezclan”
desarrollando, sobre la base de sus decisiones parentales educativas,
mecanismos de distinción y separación que proporcionando una sensación de pseuda-seguridad no hacen
más que profundizar peligrosamente la estratificación socioeducativa que, como característica
estructural, permea a todo el sistema educativo en sus distintos niveles.
Si bien se
observa una mejora sustantiva en las tasas de cobertura del sistema educativo,
ha sido a costa de su privatización y permitir la segregación entre unidades
educativas. Teniendo como referencia el año 2004, en 2018 la matrícula pública
ha disminuido un 30% entre los ciclos de enseñanza básica y media. Como
correlato, el sector particular subvencionado ha incrementado su atractivo,
siendo en la actualidad el proveedor educativo de dos tercios de la demanda.
Por el
comportamiento de la cobertura pública y privada, la estructura del sistema
escolar parece organizada concientemente según distinciones de clase. Se asiste
a un despoblamiento del sector público que si bien es más acentuado dentro de
las capas medias, también se manifiesta en los grupos más vulnerables, lo que
conlleva a una mixturización de la contraparte particular subvencionada, aunque
siempre en un contexto de segmentación entre escuelas. La pérdida de prestigio
y la crónica falta de recursos jibariza a la escuela pública y la relega a un
rol secundario y de atención preferencial a estudiantes de bajo capital
cultural y educativo, profundizado por las operaciones de distinción que
realizan padres y madres en sus elecciones educativas. Ello deriva en un cierre
perimetral por configuración social del alumnado en espacios educativos que,
por rigor, debiesen ser inclusivos.
Entre los
factores analizados por la literatura consultada en lo que refiere a explicar
la disminución de matrícula pública, se menciona el bajo rendimiento exhibido
en comparación a la oferta privada, orientando
las elecciones parentales educativas hacia instituciones, generalmente
privadas, que son concebidas de mayor calidad y con adecuados climas de
convivencia. Cabe hacer presente que este criterio de elección se manifestaría
con menor prevalencia que los orientados a la búsqueda de status y distinción,
a la vez que esta evaluación de mayor calidad de la institución, no deja de ser
una suposición carente de evidencia empírica, por cuanto esta creencia parental
puede incluso distar de los resultados que arrojan las pruebas estandarizadas
del SIMCE una vez corregido por composición socioeconómica del alumnado. Así mismo,
debido a las características del contexto en que opera la educación pública, no
es de extrañar que algunos recursos deban reorientarse desde lo pedagógico
hacia el apoyo personal y/o familiar de los estudiantes, cuestión que
complejiza la labor educativa y afecta el desempeño curricular, reforzando su imagen
social de espacio conflictivo, pauperizado y con escasos logros académicos
En conclusión,
la convergencia de estos factores presiona por la puesta en marcha de un nuevo
trato con la educación pública que regule pertinentemente las facultades que
cada sector tiene para proveer un servicio educativo de calidad, gratuito y sin
lucro, orientado al desarrollo personal y social de los y las estudiantes. La misión social que
compete a la educación pública exige con urgencia un rediseño que destaque su
función social, con proyectos integrales e inclusivos, lo que implica superar
la noción del rol subsidiario del Estado y regular el principio de libre
elección. Se precisa en consecuencia un nuevo modelo de financiamiento y
revalorización de la función del Estado como garante de una educación de
calidad concebida ahora como derecho para todas y todos.
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