"SOMOS JÓVENES Y ESTUDIANTES DEL
CAMPO”
UNA ETNOGRAFÍA SOBRE EXPERIENCIAS
FORMATIVAS Y EDUCACIÓN SECUNDARIA EN EL NORTE ENTRERRIANO
María
Emilia Schmuck ⃰ ⃰
Universidad
Nacional de Entre Ríos, CONICET, Argentina
Recibido: 11/08/2020 - Aceptado: 5/10/2020
Resumen
Reseñamos una tesis doctoral en la que nos propusimos comprender la configuración de
las experiencias formativas de las y los jóvenes rurales en un contexto de
extensión de la obligatoriedad escolar. Realizamos la investigación desde el
enfoque histórico-etnográfico en una zona rural dispersa del norte de la
provincia de Entre Ríos, considerando las experiencias de las y los jóvenes en
relación con el espacio escolar y las unidades domésticas. Entre los aportes,
señalamos que la escolarización de las juventudes, más que una obligación o un derecho, se configura como una conquista de
las familias y que, aunque no fomenta el arraigo ni disminuye los crecientes
desplazamientos a la ciudad, prolonga la estadía y facilita la acreditación de
un título. No obstante, la escuela no se limita a constituirse como una etapa
de espera ni reproducir las relaciones sociales dominantes en el espacio social
rural, sino que se erige como espacio privilegiado de sociabilidad y escenario
de diversas experiencias de apropiación por parte de las y los jóvenes, quienes
construyen identificaciones con la condición de “estudiantes del campo”.
Palabras
clave:
juventudes rurales – Educación rural – Educación secundaria – Etnografía –
Experiencias formativas.
WE ARE YOUNG PEOPLE AND STUDENTS FROM THE
COUNTRYSIDE”. AN ETHNOGRAPHY ABOUT FORMATIVE EXPERIENCES AND SECONDARY
EDUCATION IN THE NORTH OF ENTRE RÍOS
Abstract
We review a doctoral research in which we set out to understand the configuration of the educational experiences of rural youth in a context of extension of compulsory schooling. We carried out the research from the historical-ethnographic approach in a dispersed rural area in the north of the province of Entre Ríos, considering the experiences of young people in relation to the school space and domestic units. Among the contributions, we point out that the schooling of the youths, more than an obligation or a right, is configured as a conquest of the families, which, although it does not promote roots or reduce the growing number of trips to the city, prolongs the stay and facilitates the accreditation of a degree. However, the school is not limited to becoming a waiting stage or reproducing the dominant social relations in rural social space, but rather it stands as a privileged space for sociability and a setting for various experiences of appropriation by young people, who build identifications with the condition of "students from the countryside".
Keywords: Rural youth – Rural
education – Secondary school – Ethnography – Educational
experiences.
Hacia
un estudio sobre juventudes y educación secundaria rural
·
En la tesis doctoral que
reseñamos1[2]nos propusimos avanzar hacia la comprensión de los procesos de
educación y escolarización de las juventudes rurales considerando cómo se
configuran las experiencias formativas de las y los jóvenes en un contexto de
extensión de la obligatoriedad escolar y creación de escuelas secundarias en el
campo. Partimos de identificar el relativo estado de vacancia en el tema en los
estudios sociales, que han tendido a invisibilizar a las y los jóvenes en los
espacios rurales: aunque desde la década de 1980 en América Latina se ha
consolidado el campo de estudios sobre juventudes, los trabajos sistemáticos
sobre juventudes rurales han sido escasos. En los últimos años, no obstante, en
Argentina registramos investigaciones interesadas por distintas dimensiones de
la vida, las movilidades, el trabajo y la educación de las juventudes en contextos
rurales; entre estos, identificamos particularmente los aportes de las
indagaciones realizadas desde la línea de estudios sobre antropología y
educación (Cerletti, 2017), que consideran prácticas y experiencias formativas
y se interesan por las transformaciones en espacios rurales, rururbanos y de
islas.
El referente empírico de nuestra
investigación se constituye a partir de una colonia oficial fundada en 1960 y
actualmente ubicada en un área de población rural dispersa en el Departamento
La Paz, en el norte de la provincia de Entre Ríos. Se trata de una zona poco
abordada por los estudios sociales, que se caracteriza por la situación
socioeconómica desfavorable de gran parte de sus habitantes y el alto
porcentaje de población rural. Centramos nuestra atención en las escuelas
rurales que se encuentran en la colonia, que no cuenta con una modalidad
curricular diferenciada ni ligada a lo productivo y, aunque nuestro trabajo se interesa
fundamentalmente por la escuela y la escolarización, también consideramos las
experiencias formativas en las unidades domésticas.
Partimos de comprender a la
juventud como una construcción social y un concepto relacional, por lo que al
tiempo que nos preguntamos por las diferencias y desigualdades vinculadas con
la pertenencia familiar y el género de cada joven, desde el comienzo
identificamos la necesidad de “ampliar la mirada”. Así, de acuerdo con el modo
en que a lo largo del trabajo se fue construyendo nuestro objeto de estudio,
además de estudiar a las y los jóvenes en relación con sus familias, atendimos
a las apropiaciones locales de las políticas educativas, a las transformaciones
económicas y sociales en el espacio social rural, a la construcción de
identificaciones por parte de las jóvenes generaciones y a las transformaciones
en las experiencias formativas respecto de las generaciones que las anteceden.
Etnografiar el espacio social rural
La utilización del enfoque
histórico-etnográfico nos permitió articular antropología, educación e historia
(Neufeld, 1996; Ezpeleta & Rockwell, 1983, Cragnolino, 2001), al tiempo que
nutrimos el recorrido con aportes de nuestra formación previa en el campo de la
comunicación social. La etnografía, como un modo de investigación, se define
como un proceso que a partir de la recuperación de lo cotidiano permite
documentar lo no-documentado (Rockwell, 2009) y ahondar en la comprensión de
los procesos y relaciones sociales. Así, además de implicar la preferencia por
ciertos métodos y/o técnicas de producción de datos, nos llevó a recuperar el
punto de vista y las prácticas de los sujetos desde una perspectiva que, en
lugar de estudiarlos en tanto acciones aisladas o que remiten a una dimensión
“micro” de los fenómenos sociales, se interesa por el modo en que están
permeados por huellas de distintos tiempos y espacios.
A lo largo del trabajo distinguimos analíticamente diferentes
niveles o escalas contextuales (Achilli, 2015) que interactúan en la
configuración de las experiencias formativas de las y los jóvenes. Así, aunque
nos interesó atender a los procesos que marcan una tendencia hegemónica
estructural, buscamos entenderlos en relación dialéctica y entonces también
intentamos ser sensibles a los cambios desde la concepción de que, en términos
de Williams (2009), “lo
hegemónico" es continuamente renovado y defendido, pero también resistido,
desafiado. Para ello, recurrimos a la
categoría de experiencias formativas, que recupera el carácter transformador de
la agencia humana y nos encamina a pensar los procesos formativos a través de
los modos en que son vividos por los sujetos dentro de las formaciones
históricas que construyen y, a la vez, los constituyen (Rockwell, 1995;
Cerletti, 2013).
Durante el trabajo de campo,
realizamos entrevistas y registros etnográficos producidos a partir de nuestra
permanencia prolongada en la colonia y la participación en diversas actividades
principalmente relacionadas con la escuela, entre las que se destaca la
coordinación de talleres de comunicación destinados a estudiantes, el
acompañamiento y la participación en tanto fotógrafa de la Fiesta del
Estudiante Rural y los actos de graduación, al tiempo que organizamos
encuentros en otras localidades para conversar con jóvenes y adultas que se
encontraban viviendo, trabajando y/o estudiando en estos lugares. Asimismo,
realizamos un trabajo de análisis bibliográfico, estadístico y de archivo, que
nos permitió caracterizar el espacio social rural en función de las
transformaciones sociales, económicas y en materia de política educativa desde
la fundación de la colonia y en relación con procesos históricos más amplios. De este modo, a
partir de estrategias imaginadas antes o durante nuestro desembarco pero
fundamentalmente como resultado de los modos espontáneos de actuar en la
cotidianeidad compartida y aquello que estudiantes, docentes y familiares iban
proponiendo, fuimos asumiendo distintas posiciones, muchas veces en forma
superpuesta: la de “estudiante-investigadora”, la de “comunicadora-tallerista”
y la de “fotógrafa oficial”.
La escuela secundaria en el campo
La Ley de Educación Nacional
(LEN) sancionada en 2006 amplió el tránsito obligatorio por el sistema
educativo para las y los jóvenes hasta los 18 años y colaboró con la creación
de escuelas secundarias rurales. Junto a la LEN, las políticas públicas dirigidas
a la extensión de los años de obligatoriedad escolar y la expansión de la
cobertura del nivel medio abonaron a la construcción de la escuela secundaria
como el espacio legítimo “en el que deben estar” los jóvenes. En este marco, en
la tesis desarrollamos el modo en que, en articulación con los lineamientos de
organismos internacionales –sus “recomendaciones” sobre educación, jóvenes y
desarrollo rural–, estos cambios en la legislación y las políticas educativas
nacionales y provinciales incidieron en los procesos de escolarización y educación
en los campos. Por esa primera vía, entonces, abordamos el surgimiento de la
escuela secundaria en la colonia.
Asimismo, identificamos que el proceso de extensión de los
años de obligatoriedad escolar desde fines del siglo XX y principios del XXI
coincide con la emergencia de las transformaciones asociadas al modelo de
agronegocios, que significaron una ruptura con lo que llamamos los “años de
oro” de la colonia, que se corresponden fundamentalmente con la década de 1980
y principios de los noventa, recordados por las y los pobladores como épocas de
mayores oportunidades económicas. En este sentido, al tiempo que como producto
de los cambios estructurales y los crecientes desplazamientos a la ciudad se
profundiza la construcción del territorio como un espacio “aislado” y
“desolado” y la cantidad de habitantes disminuye, vimos que entre las
transformaciones de las últimas décadas la creación de la escuela secundaria se
constituyó como una institución en crecimiento y como un espacio de encuentro y
sociabilidad para quienes habitan el espacio rural.
Desde la fundación de la escuela
primaria por parte de un grupo de colonos en 1966, la presencia del “estado
educador” ha estado condicionada por la participación e iniciativas locales, que se acoplan y adaptan a las normativas pero
también a veces las preceden, lo que complejiza establecer una correspondencia
con las periodizaciones marcadas por las gestiones de gobierno, la legislación
y los tiempos de implementación de las políticas. Así, aunque
reconstruimos la relación entre la tendencia a avanzar en la masificación de la
educación media a distintas escalas, construimos evidencias acerca de cómo este
proceso se configura en forma compleja, en tanto no se constituye solo como
resultado del establecimiento de la obligatoriedad por ley ni de la acción u
omisión del estado para garantizarla. La creación de escuelas secundarias en el
campo entonces, más que una obligación o un derecho, se configura como una
conquista de las familias a partir del creciente interés en que sus hijos e
hijas culminen el nivel medio. La escuela en el campo facilita el acceso y
permite que las y los jóvenes se queden viviendo junto a sus familias en lugar
de partir al finalizar la primaria, al tiempo que es valorada en tanto medio de
ascenso social y en algunos casos de obtención de un título para continuar los
estudios en la ciudad o tener mejores posibilidades de acceder a un empleo.
Por otra parte, las familias que conforman la colonia no
constituyen un todo homogéneo, sino que participan de distintas disputas en las que identificamos huellas de
procesos que se remontan a los inicios de poblamiento del territorio.
Historizamos las relaciones sociales y disputas entre colonos extranjeros y la
población rural criolla desde las últimas décadas del siglo XIX, considerando
las políticas de colonización y poblamiento del territorio a lo largo del siglo
XX y atendiendo a dos elementos: la relación con Corrientes –basada en los
desplazamientos poblacionales pero también en la cercanía geográfica y
“cultural” que hace pensar que en la Paz son “más correntinos que
entrerrianos”– y la llegada de inmigrantes italianos pertenecientes a la Iglesia
Valdense. De este modo, diferenciamos a las familias de “gringos” y “criollos”,
quienes se distinguen de acuerdo a la zona en la que se encuentra su vivienda,
la pertenencia religiosa y fundamentalmente diferencias materiales enraizadas
en la ascendencia europea o criolla, siendo los primeros quienes se encuentran
en mejores condiciones económicas y muchas veces son los “patrones” del resto,
que trabajan como peones en sus campos o realizando tareas de cuidado en los
hogares en el caso de las mujeres.
De acuerdo al proyecto educativo dominante en la
secundaria, concluimos que la escuela, aunque en determinados proyectos y
actividades aparece el interés por la formación para el trabajo y se proponen
tareas que guardan algún tipo de vinculación con el entorno, no se preocupa por
el arraigo de las jóvenes generaciones al campo ni busca articular las
experiencias formativas familiares ligadas al entorno rural. De este modo, no necesariamente fomenta el
arraigo ni disminuye los crecientes desplazamientos a la ciudad, sino que, como
dijimos, prolonga la estadía y facilita la acreditación de un título que invita
a continuar los estudios o “probar suerte” en la ciudad, aunque eso no
significa que no se pueda regresar más adelante.
"Somos jóvenes y estudiantes del
campo”
A pesar de que la escuela
secundaria permite prolongar la estadía de las y los jóvenes en el campo, en el
trabajo también mostramos que la secundaria no se limita a constituirse como
una etapa de espera ni reproducir las relaciones sociales dominantes en el
espacio social rural y, si bien no cumple con la promesa de igualdad de
oportunidades, se erige como espacio privilegiado de sociabilidad y escenario
de diversas experiencias de apropiación por parte de las y los jóvenes, quienes
construyen identificaciones con la condición de “estudiantes del campo”. A la
institución asisten quienes pertenecen a las diferentes familias que componen
el espacio social rural y entonces la escuela genera el encuentro cotidiano
entre jóvenes que son diferentes, pero que allí permanecen juntos durante buena
parte de sus días. Las heterogeneidades del estudiantado no sólo no se traducen
en los modos en que las y los jóvenes se agrupan y desarrollan las distintas
actividades en la escuela, sino que participan de lo que llamamos juegos de
inversión de esas desigualdades, en los que las relaciones sociales dominantes
se alteran: las mujeres son presidentas del centro de estudiantes, los hijos de
peones pueden jugar a ser profesionales en los actos escolares. Particularmente
en torno a la celebración de la Fiesta del Estudiante Rural, además, se
refuerza la construcción discursiva de un “nosotros” sin fisuras, en tanto
jóvenes y estudiantes de la colonia que se diferencian de los “otros” equipos
rivales (Autora, 2018). Los torneos deportivos, en los que encontramos huellas
de la centralidad que tuvieron el club y el equipo de futbol como espacios de
sociabilidad y construcción de pertenencia en los “años de oro”, se constituyen
como instancias fundamentales de construcción de pertenencias y alteridades.
Por otra parte, evidenciamos que
las experiencias formativas de las jóvenes generaciones en la escuela
secundaria presentan continuidades y rupturas en relación con las experiencias
en sus espacios domésticos y las experiencias formativas de las generaciones
que las anteceden (integradas, en términos generales, por sus madres y padres).
Por lo tanto, en el transcurso de la investigación, estudiamos las
particularidades de estos procesos a la luz de las relaciones de género,
considerando las diferencias y disputas entre las familias en el espacio
social, así como las tradiciones –y apropiaciones– ligadas a la religión. El
reconocimiento de las relaciones y tensiones entre las transformaciones en el
espacio social rural y las experiencias formativas nos llevó a considerar los
cambios y continuidades en la distribución del trabajo dentro y fuera del
espacio doméstico y las estrategias educativas de las familias a lo largo de
las dos últimas generaciones. En relación con las familias “gringas” y
particularmente valdenses, referimos a la importancia de las tradiciones familiares
y religiosas y las continuidades entre generaciones en el modo en que se
encuentran jerárquicamente diferenciadas las tareas de “la casa” y “el campo”.
En lo que respecta a los varones, vimos la importancia otorgada a las
experiencias formativas de los jóvenes en “el campo” en relación a la
preparación, el interés y el arraigo de los hijos para garantizar la
continuidad del trabajo ligado a la actividad agropecuaria y la vida de la
familia en el espacio rural. Esto por otra parte no compite con el avance de la
escolarización secundaria ni proyectos de futuro que incluyan estudios
superiores, sino que busca complementarse.
En el otro extremo de estos
jóvenes con posibilidades de ser “los herederos” de las tierras de sus familias
gringas, identificamos a quienes escapan a la construcción hegemónica de las
juventudes en relación a la secundaria: los varones de familias “criollas” que
han abandonado la escuela. Como vimos, a pesar de que su diferencia con quienes
están incluidos en la institución se explica a partir de la lógica
meritocrática, para estos jóvenes el espacio escolar continúa siendo parte de
su cotidianeidad y, si bien ya no asisten a clases, se encuentran presentes en
diferentes eventos. Aunque generalmente nombrados como “vagos”, estos jóvenes
suelen realizar trabajos más o menos ocasionales en la colonia, para cuyo
desempeño, lejos del título secundario, ponen en práctica los conocimientos
adquiridos en relación a las experiencias formativas junto a sus familias.
En relación con las mujeres “gringas”, habitualmente
asociadas a “la casa”, repusimos el modo en que a partir de costumbres
familiares vinculadas con la histórica importancia asignada a la educación por
parte de la Iglesia Valdense existe una fuerte tradición que conduce a las
jóvenes a estudiar Magisterio. Dado que se trata de una opción que también se
privilegia en las familias “criollas” –y aparece como propuesta insistente por
parte de las madres de las jóvenes que quieren que sus hijas sean docentes, así
como en el discurso escolar dominante que busca alejar a las mujeres de la
maternidad–, también lo vinculamos con la construcción de la profesión. En
estos casos representa una alternativa conveniente por la cercanía de los
institutos de formación docente, la posibilidad de combinarse con las
actividades domésticas y también de ejercerse en el campo en las escuelas
rurales. No obstante, en lo que refiere a las familias valdenses, señalamos la
importancia de determinadas experiencias formativas de la Iglesia en
articulación con programas estatales, que permiten pensar en procesos de
resistencia y recorridos inaugurales en las dos últimas generaciones y
significan cuestionar incluso tradiciones relacionadas con la propia religión.
En correspondencia con lo que expresamos acerca de las
experiencias formativas de los jóvenes ligadas a actividades agropecuarias
junto a sus familias, en la escuela vimos una mayor inclinación de los varones
a incluir elementos ligados a la tradición rural en sus procesos identitarios,
aunque sin que ello aparezca ligado al trabajo en el campo: el caballo para un
desfile, la bombacha sin rastros de tierra. No obstante, tanto las mujeres como
los varones, fundamentalmente en la Fiesta del Estudiante Rural pero también en
otras instancias de la cotidianeidad escolar, se identifican como jóvenes y
estudiantes del campo, recuperando construcciones dicotómicas entre campo y
ciudad y buscando diferenciarse –y valorarse– frente a jóvenes y estudiantes de
contextos urbanos.
Nuevos interrogantes que se despiertan
Elegir una perspectiva relacional nos llevó a preguntarnos
por el modo en que las experiencias formativas de las y los jóvenes se
configuran a partir de una trama que, a distintas escalas contextuales, incluye
una multiplicidad de elementos: entre estos, consideramos particularmente
algunas prácticas y relaciones sociales que a lo largo del camino se nos
presentaron como fundamentales, aunque al culminar el proceso identificamos que
algunas aristas merecen ser profundizadas y nuevos interrogantes nos animan a
continuar la investigación.
Entre las diferentes líneas de
indagación que se abren, nos interesa mencionar brevemente aquella que hemos
elegido continuar. Al estudiar las acciones del estado para facilitar el acceso
y la permanencia de estudiantes en las escuelas secundarias rurales en la
última década, señalamos el Proyecto de Mejoramiento de la Educación Rural (PROMER)
–que cuenta con financiamiento del Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento, inició con el PROMER I en 2007 y continúa con el PROMER II desde 2015–
como la principal política pública dirigida a la educación secundaria rural en
el país y Entre Ríos (Autora, 2020). En relación al desarrollo de los Proyectos
Productivos de Base Local que financia el PROMER II, identificamos apropiaciones
y disputas en el seno de la cotidianeidad escolar entre distintos actores
participantes: familias, docentes, jóvenes y, en el caso de otras escuelas del
norte que visitamos, redes interinstitucionales y organizaciones no
gubernamentales. Aunque dentro de los fundamentos de la política se encuentra
el objetivo de construir acciones en forma conjunta con la “comunidad” en base
a lo que se entiende como una estrategia de desarrollo local, vimos que las
relaciones con las familias que habitan el espacio se construyen cotidianamente
más allá de estos lineamientos. Además, destacamos la relevancia de las
gestiones del Consejo General de Educación de Entre Ríos (CGE) y las
trabajadoras provinciales en la implementación del PROMER II en un contexto de
sub-ejecución del programa a nivel nacional a partir de 2015. De este modo,
interesa indagar cómo en la configuración de la política se articulan los
lineamientos y concepciones sobre desarrollo del Banco Mundial –en tanto
organismo internacional que la financia–, las normativas nacionales y
provinciales, las experiencias de intervención de las y los trabajadores
locales y los procesos de apropiación en las escuelas y los espacios rurales.
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⃰ Licenciada en Comunicación Social, Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Entre Ríos y becaria post-doctoral CONICET (2020-2022). Docente de la Licenciatura en Trabajo Social de la Universidad Nacional del Litoral y la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Católica de Santa Fe.
1[2] La investigación, titulada “‘Somos jóvenes y estudiantes
del campo’. Una etnografía sobre experiencias formativas y educación secundaria
en el norte entrerriano” (Doctorado en Ciencias Sociales, UNER, mayo de 2020),
fue realizada en el marco de la beca de CONICET en el Instituto de Estudios
Sociales (CONICET-UNER). La tesis fue dirigida por Elisa Cragnolino y
co-dirigida por Mara Petitti y recupera el trabajo colectivo y el intercambio
con integrantes del equipo “Ruralites” (FFyH-UNC) y el
Proyecto de Investigación (PID-UNER) “Las políticas
públicas en los espacios sociales rurales del norte de Entre Ríos (1978-2018)”.