SER VÍCTIMA DE BULLYING HOMOFÓBICO EN URUGUAY
LAS VOCES DE VARONES ADOLESCENTES DE MONTEVIDEO
Gonzalo
Gelpi*[1]
Universidad
de la República, Uruguay
ggelpi@psico.edu.uy
Recibido: 8/10/2018 Aceptado: 21/11/2018
Resumen
En este trabajo se presentan resultados del proyecto de
investigación “Bullying homofóbico y exclusión escolar en Ciclo Básico:
Indagando en las experiencias de varones adolescentes de liceos públicos y
privados de la ciudad de Montevideo”. El mismo se ejecutó entre el
2016-2018. Se trató de un diseño metodológico cualitativo de tipo exploratorio
que empleó el método de la Teoría Fundamentada. La muestra está compuesta por
varones adolescentes de entre 12 y 19 años, residentes en Montevideo, víctimas
de bullying homofóbico y que presentaron una interrupción temporal o definitiva
de sus trayectorias educativas. Se realizaron 20 entrevistas en profundidad
hasta alcanzar el principio de saturación teórica. Los principales resultados
indican que las experiencias de los adolescentes fueron significadas como
negativas. Hubo matices en sus estrategias de afrontamiento, lo que visibiliza
la diversidad dentro de la propia diversidad sexual. En las instituciones
existe discriminación y se dirige contra las personas que son percibidas como
“diferentes”. El bullying ocurre en todos los contextos, pero varía en sus
modalidades. Los entrevistados lo sufrieron en los primeros años de la
adolescencia. El fenómeno guarda una relación directa con el género, se
encuentra en la base de las desigualdades de género. La no adhesión a las
normas de género genera mayor rechazo en el entorno escolar que la orientación
sexual homosexual. Los agresores solían ser varones con características
similares, atributos asociados a la masculinidad hegemónica. En todos los casos
ejercieron bullying directo y predominó la violencia verbal. La exposición a
este fenómeno produjo diversos efectos bio-psico-sociales en los entrevistados.
Palabras clave: Enseñanza Media - Adolescencia - Bullying - Homofobia - Exclusión.
Abstract
This article presents the results of the
investigation “Homophobic bullying and scholar dropout in
High school: Knowing the experiences of male adolescents of public and private schools
in Montevideo”. The current investigation was carried on in the past two years. It
consists of a qualitative, explorative-type methodology design based on
Grounded Theory. The sample is composed of male adolescents aged between 12 and
19 years old, living in Montevideo, victims of homophobic bullying presenting a
temporal or definitive interruption of their educative trajectory. 20
interviews were carried out until theoretic saturation was reached. The main
results showed that the experiences of the adolescents were signified as
negative. There were nuances in their coping strategies, which makes visible
the diversity within the sexual diversity itself. In institutions there is
discrimination and it is directed against people who are perceived as “different”.
Bullying occurs in all contexts but varies in its modalities. Interviewees
suffered it during their first years of adolescence. The phenomenon has a
direct relationship with gender, due to the fact that it is recognized as the
base of gender inequalities. Moreover, non-adherence to gender norms generates
greater rejection in the school environment than homosexual sexual orientation.
The aggressors used to be males with similar characteristics, attributes
associated with hegemonic masculinity. In all cases, direct bullying and verbal
violence predominated. Exposure to this phenomenon produced several
bio-psycho-social effects in the interviewees.
Keywords: Highschool
– Adolescence – Bullying – Homophobia – Dropout.
1.Introducción
1.1
Nociones generales sobre el concepto bullying
Las discriminaciones, maltratos y abusos en el espacio escolar
tienen un amplio historial. Sin embargo, los primeros estudios sobre bullying
(categoría creada para observar al fenómeno) se produjeron en los países
escandinavos en la década de los `70 (1) (Olweus, 1993). La palabra
bullying es un anglicismo que se podría traducir como “matonismo” y se usa
correctamente cuando la situación implica exclusivamente un acoso entre pares y
en contexto escolar. En la academia no existe unanimidad para definir la
problemática, hay varios enfoques teóricos y varía el modo de conceptualizarla.
Es importante diferenciar lo que es una situación puntual de
violencia escolar de un caso de bullying. Para afirmar que un sujeto está
padeciendo bullying se deben presentar una serie de características. Para
Olweus (1993) las tres más importantes son las siguientes: a) recibir conductas
con intencionalidad de causar daño sin motivo aparente (burlas, amenazas,
insultos, intimidaciones, agresiones físicas, agresiones sexuales, aislamiento
sistemático, ruptura de materiales y robos), b) que se prolonguen en el tiempo
siendo ataques sistemáticos (a pesar de que no hay unanimidad sobre el período
de tiempo mínimo), c) que suponga un abuso de poder basado en relaciones
asimétricas.
Dan Olweus (1993) nos ofrece pensar el fenómeno desde la lógica
del triángulo del bullying. Desde la perspectiva del autor, dicho triángulo, es
conformado por la víctima, el/los agresor/es y los espectadores (bystanders).
Se destaca que puede haber espectadores tanto activos como pasivos. Los activos
se caracterizan por reforzar la conducta del/los agresor/es mediante
comentarios, aplausos, filmaciones, entre otras acciones. Por otro lado, los
pasivos, suelen quedar al margen de la escena de acoso, pero pese a no estar de
acuerdo con las agresiones, silencian lo que ocurre, lo que coopera a
reproducir las violencias (Gómez et al. 2007 y Domínguez, 2011).
Es interesante interrogarse en este esquema por el papel y la
responsabilidad de las instituciones educativas, ya que, la mayoría de las
acciones se cometen dentro de los edificios escolares y, con este abordaje, se
invisibiliza a la escuela. En esta línea, es posible afirmar que la dinámica
del bullying suele ser más amplia, cuenta con la convivencia de otros actores
del sistema (particularmente de los docentes, quienes son los referentes
adultos más directos del estudiantado dentro de las escuelas) (Observatorio
Argentino de Violencia en las Escuelas, 2011).
El bullying se puede aplicar de un modo
directo y/o indirecto. El directo es cuando la víctima sufre de agresiones
físicas, verbales y/o sexuales, mientras que, el indirecto se caracteriza por
la presencia de rumores, chismes, exclusiones, rotura de materiales, robo de
pertenencias, extorsiones económicas, entre otros (Olweus, 1993). Las
situaciones suelen implicar múltiples violencias, las más frecuentes son:
física, verbal, social, patrimonial y/o sexual (Gómez et al. 2007). En todas
ellas, la violencia psicológica está presente. Es importante señalar que los
tipos de violencias dialogan y se retroalimentan entre sí.
Ruiz (2009) enumera una serie de condicionantes para padecer
bullying e identifica de ese modo a los grupos blancos de las agresiones, entre
ellos se encuentran: estudiantes con sobrepeso, autoidentificados como LGBT,
con alguna discapacidad física y/o intelectual o que pertenecen a una minoría
étnico/racial o religiosa. Estudios internacionales destacan que no existen
diferencias acentuadas por el nivel socioeconómico y que con frecuencia se
presentan casos tanto en el ámbito educativo público como privado. La franja
etaria de mayor riesgo para padecer bullying es la comprendida entre los 11 y
14 años (Domínguez, 2011). Igualmente, no se debe descuidar que el bullying,
afecta a todos los actores de la comunidad educativa, sus variables y
expresiones (desde las atrozmente virulentas a las más simbólicas) son
violatorias de los derechos humanos y de principios como la igualdad y no
discriminación. Además, obstruye los procesos de enseñanza – aprendizaje y
produce efectos negativos en la esfera de lo bio-psico-social de los
implicados, especialmente en las víctimas.
Desde su surgimiento hasta la actualidad, el bullying, ha sido
objeto de estudio de varias disciplinas y mediante diversas metodologías en
todas las culturas. Hay evidencia empírica de que el fenómeno ocurre en todo el
mundo. Los antecedentes existentes mayoritariamente se han ocupado de indagar
la fenomenología del bullying, las relaciones con otros fenómenos sociales, la
vinculación con ciertas patologías, el impacto psicológico y emocional en los
distintos actores involucrados - especialmente en las víctimas - y la
efectividad de las prácticas antibullying.
Además, recientemente, surgió un nuevo problema a atender, el
cyberbullying (2), fenómeno que se retroalimenta con el bullying tradicional. Se
debe destacar que muy especialmente en las últimas tres décadas, se produjo una
expansión del uso del concepto bullying a nivel global. Este campo de estudios
se consolidó y paulatinamente se fueron diseñando dispositivos de prevención e
intervención y distintas políticas públicas antibullying (Olweus, 2004).
1.2
Algunas particularidades del bullying homofóbico
Los estudios sobre bullying homofóbico son aún más recientes, los
primeros registros se ubican en la década de los `90. Los países referentes
internacionalmente son Gran Bretaña, Estados Unidos y en habla hispana destaca
España (Generelo, 2012; Ruiz, 2009). El bullying homofóbico tiene su origen en
los valores de la “masculinidad” y “feminidad” que se dan por supuestos en
nuestra sociedad, “se ataca a aquellos sujetos que transgreden las normas
socialmente pautadas de comportamiento para hombres y mujeres” (Ruiz, 2009, p.
93). Según Jennett (2004) “el bullying homofóbico puede
presentarse en
diferentes formas incluyendo burlas, insultos y ridiculización, rumores,
intimidación, empujones, golpes, robos o destrucción de pertenencias,
marginación social, acoso cibernético, agresión física o sexual y amenazas de
muerte” (Jennett, 2004, p. 20).
Este tipo de acoso se sustenta en la orientación sexual, identidad
de género y/o expresión de género de los sujetos. Frecuentemente lo suelen
padecer estudiantes autoidentificados como gays, bisexuales o lesbianas,
estudiantes trans, estudiantes a los cuales se les asigna una orientación no
heterosexual por mantener comportamientos alejados de las normas de género
vigentes en una sociedad en determinado contexto socio-histórico, estudiantes
que son integrantes de una familia monoparental y amigos/as de la víctima
mediante lo que se conoce como “transferencia del estigma” (Ruiz, 2009).
En los últimos años los diferentes organismos internacionales le
han insistido a los Estados que deben reforzar el compromiso en el combate
contra el bullying (homofóbico) porque este viola derechos humanos
fundamentales y produce efectos muy nocivos en la comunidad educativa (UNESCO,
2018; CIDH, 2015; UNESCO, 2015; CEPAL, 2013; UNESCO, 2013; UNICEF, 2011; ONU,
2006). Pese a las recomendaciones antes expuestas y a los avances legales y
sociales que tuvo Uruguay en materia de género y diversidad sexual entre los
años 2005-2015, en la actualidad, aún no existe ningún instrumento para
prevenir, detectar e intervenir ante situaciones de bullying por cualquier
motivo incluyendo el basado en la homofobia. Por distintas razones, el diseño
de mecanismos efectivos en la lucha contra la homofobia fue el gran pendiente
de un período marcado por logros para el colectivo de personas LGBT (Sempol,
2013a; 2013b).
A pesar de que Uruguay es reconocido internacionalmente por ser un
país gay friendly porque tiene normativas que reconocen la igualdad de derechos
de las personas LGBTI, en la vida cotidiana, este colectivo, aún sufre la
homofobia. Uno de los espacios donde ésta más se manifiesta es en el cotidiano
escolar, por esa razón, el presente estudio se centró en explorar la incidencia
del bullying homofóbico en la exclusión escolar de varones adolescentes de la
ciudad de Montevideo en Enseñanza Media. Además, en general, los antecedentes
nacionales de investigación sobre bullying son escasos debido a que la
problemática ingresó a la agenda de investigación recientemente (Aristimuño y
Noya, 2015; MIDES –INJU, 2015; UNICEF –CES, 2013).
Aunque es difícil medir la prevalencia del bullying homofóbico
porque no todas las personas que lo sufren son LGBT ni todas las personas
autoidentificadas como LGBT lo padecen ni lo informan, Ovejas Negras y GLSEN
(2017) coordinaron una Encuesta Nacional de Clima Escolar específica para
estudiantes LGBT que permitió aproximarse a las experiencias de este colectivo.
De dicho estudio participaron 423 adolescentes provenientes de todos los departamentos
del país y que al momento de la encuesta tenían entre 13 y 20 años. Los
resultados mostraron que, los adolescentes LGBT se encuentran en desigualdad de
condiciones con relación a sus pares heterosexuales, están expuestos a
preconceptos y mensajes negativos, discriminación y exclusión. De todos modos,
se debe mencionar que, en los últimos años, los cambios legales propiciaron de
marco habilitante para introducir la diversidad sexual en los centros
educativos bajo la legitimación que le confería el ser objeto de estudio, de
legislación y estar en la agenda pública (Schenck, 2014).
2. Método
Se trató de un estudio cualitativo de tipo exploratorio que empleó
el método de la Teoría Fundamentada. El alcance del estudio fue descriptivo. Se
definió una muestra intencional teórica (no probabilística) sustentada en el
principio de saturación teórica de la Teoría Fundamentada. La técnica empleada
para recolectar la información fue la entrevista en profundidad. De la
investigación participaron 20 adolescentes varones de entre 12 y 19 años,
residentes en Montevideo, de diferentes contextos socioeconómicos, que habían
padecido bullying en instituciones educativas públicas o privadas por motivos
relativos a la orientación sexual y/o expresión de género y que habían
interrumpido temporal o definitivamente sus trayectorias educativas.
Estos criterios de inclusión se consideraron
como los más oportunos por varios aspectos, entre los más importantes: porque
se contempla a todos los adolescentes en edad de cursar la Enseñanza Media,
tanto aquellos que pasaron la discriminación y/o acoso hace algún tiempo como quienes
lo estaban padeciendo en la actualidad, porque se respeta la dimensión
subjetiva de los participantes y no son los investigadores quienes definen si
el sujeto padeció bullying o no y además porque no es excluyente que hayan
retomado sus trayectorias educativas luego de los episodios de discriminación
y/o acoso. Al tratarse de una convocatoria más abierta, el material resultante
de las entrevistas fue más amplio y arrojó información sobre otros fenómenos
que sufren los adolescentes LGBT en el cotidiano escolar y que afectan su
salud.
La codificación del material se hizo mediante método inductivo. Se
resalta que se cumplió con todas las consideraciones éticas inherentes a tareas
investigativas con seres humanos en Uruguay.
3. Resultados
Primeramente se debe aclarar que, para el presente estudio, se
optó por la categoría bullying porque es un concepto ampliamente utilizado en
el mundo y ha dominado los discursos sobre las violencias en el ámbito
educativo. En sus
orígenes, dicho
concepto cooperó para desnaturalizar prácticas cotidianas del currículo
informal de las instituciones educativas y puso en debate que en ocasiones las
escuelas no son lugares seguros para los estudiantes (Observatorio Argentino de
Violencias en las Escuelas, 2011). A su vez, actualmente el bullying
(homofóbico) es parte de la agenda de los organismos internacionales y objeto
de políticas públicas en los diferentes países.
Se debe destacar que, en la última década, el concepto bullying ha
permeado en la realidad local y los propios adolescentes de todos los contextos
lo han adoptado para su uso cotidiano. La mediatización del concepto en
ocasiones cooperó para desvirtuarlo o banalizarlo porque cuando todo es
bullying nada lo es y se corre el riesgo del vaciamiento de la categoría (MSP,
2017).
Al momento del estudio, la mayoría de
entrevistados tenía entre 16 y 19 años, esto demuestra una vez más lo
complicado de encontrar testimonios de adolescentes menores de 15 años
autoidentificados como gays o bisexuales. Principalmente por un motivo: los
adolescentes que suelen participar de proyectos de investigación sobre
diversidad sexual ya tienen asumida su orientación sexual y la correspondiente
identidad sexual en los distintos espacios por los cuales circulan (Savin –
Williams, 2009). A su vez, aunque gran parte de los adolescentes asistían al
sistema público de educación, el número de entrevistas realizadas a quienes
tenían experiencias en ambos sectores o que habían sido escolarizados
exclusivamente en el sector privado no fue despreciable, por lo que, ambas
realidades estuvieron representadas en los testimonios.
En cuanto a los resultados, las experiencias de los adolescentes
entrevistados para este estudio relativas al bullying homofóbico fueron
significadas como negativas. En este trabajo se entiende a la experiencia desde
los abordajes que toman en cuenta “las vivencias y los sentidos y que reconocen
la capacidad de los sujetos de reconstruir significados, ya sea a través de
ponerlos en acción o de narrar su experiencia, es decir, que se colocan desde
la dimensión subjetiva” (Guzmán y Saucedo, 2015, p.1023). Para Dewey (2004) se
trata de una unidad de análisis que toma en cuenta las interacciones entre las
personas y el contexto, las cuales se determinan mutuamente, es decir, tienen
un carácter transaccional. La noción de experiencia se abre a los afectos y a
las emociones (Guzmán y Saucedo, 2015). Como lo señala Roth (2014), las
experiencias se construyen en el interjuego continuo entre lo práctico, lo
intelectual y lo afectivo.
En los relatos de los adolescentes hubo matices porque dichas
experiencias fueron integradas, interpretadas y resignificadas de distinto
modo, eso visibilizó la diversidad dentro de la propia diversidad sexual. Los
adolescentes presentaron dificultades para transmitir y compartir lo que les
ocurrió. Según Viñar (2009) el horror y el dolor extremo no generan experiencia
sino espanto, no genera representaciones y relato sino vacío representacional y
por consiguiente lo ocurrido es difícilmente transmisible y compartible. Tras
escuchar los relatos, se puede concluir que, aún hay horrores impronunciables,
se accedió a lo que estaban en condiciones de dar a conocer. Por estos motivos,
la metáfora de la punta del iceberg es válida para explicar el fenómeno del
bullying por cualquier causa.
Todos los casos se produjeron en el nivel de Ciclo Básico de
Enseñanza Media, o sea, aproximadamente entre los 11 y los 15 años. Este dato
coincide con la literatura internacional (Domínguez, 2011; Generelo, 2012;
Ruiz, 2009). Al parecer, el bullying homofóbico, suele producirse
mayoritariamente en la adolescencia temprana y media, por lo que, es posible
identificar una franja etaria de riesgo también a nivel nacional.
Al consultarles por qué creían que habían sido discriminados y/o
acosados, los entrevistados manifestaron que probablemente hubiese sido por ser
“diferentes” al resto, especialmente por ser homosexuales o por no cumplir con
las normas de género vigentes, es decir, porque sus expresiones de género eran
discordantes con lo que se espera socialmente de un varón.
Creo que por eso, por la forma de
hablar, por la forma de caminar, relacionarme con mujeres, creo que eso es
crucial que un varón rodeado de mujeres siempre, todo el tiempo es raro. En las
clases de gimnasia yo nunca jugaba al futbol, siempre al vóley (Sujeto 3).
Un conjunto de adolescentes se cuestionaba qué habían hecho para
recibir las agresiones, no entendían el trato desigual que recibieron de sus
compañeros e intentaban justificarlos apelando a racionalizaciones. Ellos no
terminaban de comprender lo que sucedía y, la asimilación e integración de las
experiencias relativas al bullying, por momentos, se daba de modo parcial. Esta
situación también les producía tristeza, cansancio, rabia, ira, desazón y
soledad.
Muchas veces me acostaba y si…
lloraba y me preguntaba ¿por qué? me hacen esto ¿por qué yo tengo que
soportarlo, por qué soy el único en la clase que le hacen esto…? (Sujeto 20).
En pasajes de entrevistas, algunos adolescentes se representaron a
ellos mismos como culpables de lo que les había sucedido. En estos casos, había
una interiorización del discurso de los agresores, ellos mismos se posicionaban
desde un paradigma culpabilizador para analizar y narrar sus propias
experiencias. Dichos relatos se relacionaban con mayores niveles de homofobia
interiorizada. A partir de la exposición constante a un orden profundamente
heteronormativo, este conjunto de entrevistados tenía representaciones
predominantemente negativas sobre la homosexualidad.
Yo sentía una culpa muy grande y
siempre fui muy depresivo por ese aspecto ¿entendés? Era como que me sentía un
mal hijo o una mala persona porque me tocó ser así y me merecía lo que me
pasaba (Sujeto 11).
Asimismo, en ocasiones, ese discurso culpógeno, se vinculaba con
los efectos negativos producidos por la primera intervención institucional tras
la denuncia del caso. Este punto reafirma lo sostenido por Piñuel y Oñate
(2006). Ellos desarrollan características como elementos típicos de la dinámica
del bullying a nivel institucional: 1) síndrome de negación de la institución
(banalización y trivialización de la violencia); 2) error básico de atribución
(la víctima es responsable de lo que ocurre); 3) proceso de victimización secundaria
del acosado, introyección de la culpa (indefensión aprendida); 4) pacto de
silencio y pacto de mutua indiferencia.
Por otro lado, algunos entrevistados resaltaron que el bullying
homofóbico comenzó en las redes sociales online y posteriormente se trasladó a
los edificios escolares. En otros casos, el acoso comenzó dentro de los
edificios escolares y luego se expandió a las redes sociales online. En el
marco de la dinámica del acoso, el uso de las TIC para cometer agresiones
intensificó algunos sentimientos negativos en las víctimas a causa de la
sobreexposición a mensajes ofensivos. Desde las experiencias de los
entrevistados se puede afirmar que, el fenómeno del bullying se retroalimenta
del cyberbullying y viceversa. A su vez, las redes sociales online se
configuran como otro espacio de vigilancia, control, normalización y castigo
hacia quienes se alejan de las normas de género vigentes en nuestra cultura. En
dichos espacios se reeditan las lógicas de exclusión hacia ciertos sujetos,
cuerpos e identidades y, se producen y reproducen desigualdades de género.
Aunque no hubo unanimidad en cuanto a la
sistematicidad de las agresiones tanto presenciales como virtuales, la mayoría
de los relatos coinciden en que, el primer semestre de clases suele ser especialmente
duro porque casi todos los días sufrían ataques. Del material se desprende que
los entrevistados desplegaron diferentes estrategias de afrontamiento para
combatir al bullying dependiendo de sus recursos psíquicos y de sus
características de personalidad.
Se debe resaltar que en todos los casos hubo un período de tiempo,
al inicio de la dinámica del bullying, donde mecanismos psicológicos como la
negación y la desmentida estuvieron muy activos. Estos limitaron la capacidad
de acción de estos adolescentes, tanto para enfrentar la situación por ellos
mismos como para pedirle ayuda a terceros.
A partir de las situaciones displacenteras a las que se
enfrentaron cotidianamente pusieron en juego diferentes recursos para
sobrevivir en la institución y no interrumpir definitivamente sus trayectorias
educativas. Salvo excepciones, quienes sufrieron la exclusión escolar, luego de
un tiempo se reinsertaron nuevamente en el sistema educativo formal. Estos
adolescentes lograron identificar como espacios peligrosos para su integridad a
los recreos, el patio, la cantina, los paseos y las clases de gimnasia. En esos
sitios ellos se sentían vulnerables, en especial por la falta de control del
mundo adulto. El solo hecho de detectar esos lugares como amenazantes, como peligrosos
y comenzar a evitarlos, ya configura en sí una estrategia de afrontamiento al
problema. A su vez, esta aclaración también es un modo de evitar reducirlos
exclusivamente a la figura de “víctima pasiva”.
Al tratarse de situaciones que mayoritariamente implican un abuso
de poder o una fuerza desigual real o percibida, los adolescentes manifestaron
no sentirse fuertes como para confrontar directamente con sus agresores y
generalmente quienes salían en su defensa eran un grupo de pares muy pequeño
conformado casi siempre exclusivamente por mujeres. Sin embargo, algunos
adolescentes se sobrepusieron a la adversidad y consiguieron que las agresiones
cesaran, por ejemplo, al agredir físicamente a sus victimarios, lo que
configuró un hito para romper con la dinámica del bullying. Este punto también
puede ser abordado desde los aportes de los estudios de las masculinidades
porque pareciera que los agresores necesitaron que hablaran su propio lenguaje,
un lenguaje en clave masculina que les permitió a las víctimas ser reconocidas
por sus pares como varones, desarticulando la asociación gay-femenino. Algo así
como una demanda de demostración de virilidad, una necesidad imperiosa para
calmar la angustia que les despierta el enfrentarse a una masculinidad que no adhiere
a los atributos hegemónicos (Badinter, 1993).
A partir del material obtenido se puede concluir que, en todos los
casos, los agresores eran varones con similares características, atributos
asociados a la masculinidad hegemónica. Por otro lado, los espectadores pasivos
eran mujeres, mientras que, los espectadores activos eran varones.
Las experiencias de estos adolescentes condicen con la literatura
internacional, la cual sostiene que suele haber más agresores y más víctimas
entre los varones, que los varones suelen ser agredidos solo por otros varones
que aplican el bullying directo y que los casos que implican varones suelen ser
los más graves. En cambio, las mujeres suelen practicarles bullying a otras
mujeres y de tipo indirecto, haciendo uso predominantemente de la violencia
social y verbal (Gómez et al. 2007). Por estos motivos es posible afirmar que
la problemática se encuentra en la base de las desigualdades de género y afecta
diferencialmente a varones y mujeres. Incluso, existen diferencias que se
traducen en desigualdades entre los propios varones y las propias mujeres. Esto
depende de la orientación sexual, identidad de género y expresiones de género
de los estudiantes. Al parecer, ellos y ellas suelen ejercer la violencia en
sintonía con los mandatos de género y los modelos hegemónicos de feminidad y
masculinidad.
De hecho, los límites de género descriptos por Guasch (2007) son
claros al expresar que la homosexualidad interpela de distinto modo a varones y
a mujeres. Es especialmente a ellos que les preocupa demostrar constantemente
que no son homosexuales, o sea, que son verdaderamente “machos”. En los
primeros años de la adolescencia, los varones, sienten la necesidad de
mostrarse ante sus pares como “machos” para afianzar su identidad masculina y
tener la aceptación del
grupo, esa
necesidad, puede desencadenar una etapa violentamente homofóbica. La producción
de heterosexualidad es acompañada por el rechazo de la homosexualidad (Cornejo,
2010; Olavarría, 2005).
Por esa razón podría afirmarse que en ocasiones el bullying
homofóbico surge a partir de una amenaza subjetiva que vivencian ciertos
varones en lo que refiere a la fragilización de sus identidades de género. El
temor a lo femenino y a la homosexualidad es un núcleo constitutivo de la
identidad de género masculina y alcanza su punto máximo durante la
adolescencia, aunque especialmente durante la adolescencia ese temor convive
con elementos altamente homoeróticos (Burin y Meler, 2009). Los varones con
atributos asociados a la masculinidad hegemónica suelen ser los principales
cometedores de conductas homofóbicas y también por miedo a la transferencia del
estigma suelen evitar todo contacto con sujetos que no sean reconocidos por el
entorno como “machos verdaderos” (Ruiz, 2009). Las agresiones suelen padecerlas
mayoritariamente los varones autoidentificados como gays, bisexuales o que
presentan una expresión de género que no se adecua a lo esperado socialmente
(López Amurrio, 2013; Cornejo, 2010; García, 2010; Ruiz, 2009; Olavarría,
2005).
El varón busca su masculinidad y
obviamente si hay otro varón que es femenino le va a servir para ir y
compararse directamente y sentirse bien y le da el derecho a opinar y cagarse
de la risa (Sujeto 11).
La mayoría de los adolescentes entrevistados sufrió bullying
directo. Los tipos de violencia dialogan entre sí y se retroalimentan. La violencia
psicológica es transversal y está presente en todos los otros tipos. Dentro de
la tipología de las violencias, la más mencionada por los adolescentes fue la
verbal. Sin embargo, aunque en menor medida, los entrevistados también
informaron haber sufrido agresiones físicas, patrimoniales y en dos casos
inclusive violencia sexual.
Me decían
puto, gay, trolo, traga… todo, te hacían quedar re mal porque te re humillaban.
Te humillaban y vos no sabías qué hacer si pegarles, si no pegarles, si reírte
con ellos, dejar de reír y llorar (Sujeto 6).
Cuando entré al liceo fue horrible.
En primer año me acuerdo que pasaba llorando todo el día porque no quería ir al
liceo. Me ponían carteles en la espalda, tipo me dibujaban penes, me ponían
gordo puto y ta, pasaba llorando (Sujeto 13).
En la adolescencia temprana, se comienza a hacer uso de insultos
propios del mundo adulto. El dominio de un código verbal obsceno y su puesta en
funcionamiento se legitima mayormente si es por parte de los varones, es un
elemento de la gramática masculina. Este acontecimiento permite tejer
complicidades e identidades, poniéndose en juego la pasividad y actividad, en
tanto papeles sexuales y sociales (Fachel Leal en Valdés y Olavarría, 1998). El
uso de insultos para diferenciarse de lo construido como lo diferente, lo no
hegemónico, los otros, es necesario en la medida que la identidad de género de
los varones se construye en base a un modelo dual que comporta potencia y
carencia; es decir, provee el privilegio del dominio, pero a la vez queda
condenado a demostrar constantemente “su derecho” a tal privilegio (Olavarría,
2005).
La violencia patrimonial se presentó con mayor asiduidad en el
sector privado. La violencia física se informó en escasas ocasiones. Desde la
perspectiva de los entrevistados esto se debe a que por lo general las
sanciones institucionales suelen ser fuertes. En cambio, las otras violencias,
salvo excepciones, no conllevan ningún castigo. De todos modos, también hubo
relatos donde se manifestó que ante agresiones físicas tampoco hubo
intervenciones desde el mundo adulto ni sanciones a los agresores.
Las experiencias de bullying homofóbico produjeron efectos
bio-psico-sociales negativos en diferentes dimensiones de la vida de los
adolescentes entrevistados. Es importante resaltar que no todos los
adolescentes tuvieron los mismos efectos ni con la misma intensidad ni
constancia. Cada uno procesó sus experiencias con los recursos que contaban en
ese momento y dependiendo de diversos factores que exceden los objetivos de
este estudio. En general los adolescentes desarrollaron distintas
sintomatologías, las cuales perduraron más o menos en el tiempo.
En los relatos se constataron afectaciones en el estado de ánimo,
en la autoestima, en los ciclos de sueño, en los hábitos alimenticios, en el
rendimiento académico, en los niveles de concentración y atención dentro y
fuera de clase. Además se produjo un debilitamiento de sus redes sociales que
desencadenó en situaciones de exclusión escolar. Dicha exclusión se produjo en
dos sentidos, la promovida por los pares, pero también la motivada por la
propia institución educativa. La escuela en tanto institución disciplinar
refuerza la heteronormatividad. Las prácticas escolares cotidianas producen
clasificaciones, jerarquizaciones y marginalizaciones que comprometen la
garantía al derecho a la educación de calidad (Junqueira, 2013).
No me
levantaba. En ese tiempo iba al club y lo dejé. No comía y vivía encerrado en
el cuarto, nada más (Sujeto 1).
En esa época
tenía miedo a engordar por si me seguían discriminando, entonces no comía, o
sea, rocé casi la anorexia. Tenía miedo de que me discriminaran por más cosas y
como tenía inseguridad dejé de comer (Sujeto 6).
Dormía poco,
me tenía que obligar a dormir porque sino no dormía (Sujeto 3).
Sus redes sociales se vieron empobrecidas porque al llegar a sus
casas no querían salir de sus habitaciones, no mantenían conversaciones
prolongadas con sus padres y otros familiares e inclusive interrumpieron
actividades placenteras que realizaban generalmente por fuera de las
instituciones educativas.
Durante los momentos críticos algunos estaban más depresivos y
dormían más, otros más ansiosos y sufrieron de insomnio, algunos dejaron de
comer y otros a partir del bullying comieron con mucha mayor frecuencia.
Asimismo, les
preocupaba
sobremanera tener más elementos que les colocara en el grupo de los que no
cumplen con la “norma”, por esa razón, tenían un cuidado excesivo por la
estética y desplegaban diversas estrategias para controlar lo que les era posible
controlar, otras cosas al tratarse de atributos estructurales les excedía. A
partir de estos elementos es posible afirmar que, la noción de normalidad es
estructurante del psiquismo. Los adolescentes invierten mucha energía psíquica
en producir normalidad y cuando no cumplen con lo esperado se manifiesta cierto
malestar psíquico. Igualmente, siempre se debe de considerar la tensión
existente entre la producción social de normalidad y los parámetros de
normalidad de cada sujeto (Bergeret, 1980). A su vez, la interseccionalidad en
tanto herramienta analítica se vuelve útil para comprender las experiencias
singulares de estos sujetos en los cuales habitan múltiples identidades
sociales productoras de privilegios y opresiones incluso simultáneamente.
En los momentos de mayor intensidad de las agresiones varios
entrevistados se cuestionaron como posibilidad la autoeliminación. Quienes solo
tuvieron ideaciones suicidas, dijeron no haberlo hecho solamente por no
producirle sufrimiento a sus familiares. Este hecho no es menor porque el ser
LGBT es un condicionante de la salud y un factor de riesgo para cometer
suicidio- la tasa es mucho mayor si se compara con la de adolescentes
heterosexuales- (López y Gelpi, 2015).
Ojalá nunca hubiese existido. Ahí fue el peor momento que me sentí.
Igual creo que no he llegado al límite de suicidarme, pero estuve cerca (Sujeto
9).
Varias veces pensé en matarme, pero
no lo hice porque no quería generarle dolor a mamá, pero por ahí pasaba toda la
noche pensando cómo sería mi velorio, todo (Sujeto 14).
Es menester señalar que todo el material obtenido permite
identificar a la sexualidad en la base de los procesos de salud-enfermedad.
Además, se debe resaltar que, los componentes de lo “enfermo”, de lo
“patológico”, no estaban en los sujetos entrevistados ni en sus orientaciones
sexuales, sino por el contrario, fue el contexto escolar y el entorno familiar
que acabaron generando la mayoría de malestar psíquico en estos adolescentes.
Todo lo antes expuesto incrementó los niveles de homofobia interiorizada en
estos adolescentes. Meyer (2003) explica este fenómeno en base a una
socialización temprana caracterizada por la heteronormatividad y por la
exposición constante a actitudes homófobas que también hace que en algunos
casos las propias personas autoidentificadas como LGBT interioricen el modelo
hegemónico de sexualidad.
4. Consideraciones
finales
Existe discriminación y bullying en todos los contextos
socioeconómicos, pero hay variaciones en las modalidades de expresión.
Generalmente se dirige contra las personas percibidas como “diferentes” o a
quienes se les asignan atributos propios de grupos no hegemónicos. A partir de
los relatos es posible identificar una franja etaria de riesgo para sufrir
bullying homofóbico y es la comprendida entre los 11 y 15 años. La información
recogida en cuanto a la sistematicidad de las agresiones se caracteriza por su
heterogeneidad, no hay unanimidad, pero por lo general, los adolescentes
identifican el primer semestre de clases como el más intenso y displacentero.
El fenómeno del bullying homofóbico se encuentra en la base de las
desigualdades de género. La no adhesión a las normas de género genera mayor
rechazo que la orientación sexual homosexual a la interna de los edificios
escolares. En todos los casos, los agresores solían ser varones con atributos
asociados a la masculinidad hegemónica, dichos varones ejercieron bullying
directo. Los espectadores activos eran varones y los pasivos mujeres. Los
entrevistados informaron que predominó la violencia verbal, a pesar de que se
tiene evidencia empírica de otros tipos de violencias.
A partir de este estudio se constata una vez más la relación entre
la construcción de una identidad de género masculina con atributos hegemónicos
y la prevalencia de conductas homofóbicas, especialmente durante la
adolescencia porque la homosexualidad interpela de distinto modo a varones y a
mujeres. Entonces, algunos varones, al sentir una amenaza de fragilización de
sus identidades de género, agreden a pares que desafían las normas de género
vigente al tener expresiones de género disidentes.
Las experiencias de bullying homofóbico produjeron efectos
bio-psico-sociales negativos en diferentes dimensiones de la vida cotidiana de
los adolescentes entrevistados. Gran parte de los efectos coinciden con lo ya
relevado por otros académicos a nivel internacional y regional. En próximos
estudios, sería pertinente indagar las experiencias de otros actores con el fin
de comprender a lo que se enfrentan los adolescentes autoidentificados como
LGBT en el cotidiano escolar en otros contextos. Tales actores podrían ser:
agresores, docentes, adolescentes gays y bisexuales del interior del país y
adolescentes lesbianas y trans de Montevideo. Todo lo cual, nos permite ampliar
el objeto de estudio y abordarlo desde la categoría bullying LGBTfóbico.
Notas
bibliográficas
(1) En 1982 una tragedia obliga a las autoridades
de Noruega a prestarle atención a la problemática. Tres jóvenes noruegos de
entre 10 y 14 años se suicidaron, y las principales hipótesis sostenían que fue
consecuencia del grave acoso que sufrían por parte de sus compañeros (Olweus,
1993).
(2) Consiste en una nueva modalidad de bullying,
sus particularidades exceden el objetivo de este artículo. A su vez, tampoco
existe unanimidad para denominar al fenómeno. Los motores de búsqueda pueden
arrojar resultados con otras opciones, como, por ejemplo: ciberacoso, acoso
cibernético, electrónico, digital y siempre entre iguales. Belsey (2006)
conceptúa el cyberbullying como “el uso vejatorio de algunas tecnologías de la
información y la comunicación (TIC), como el correo electrónico, las redes
sociales, los mensajes del teléfono móvil, la mensajería instantánea, los
sitios personales, y/o el comportamiento personal en línea difamatorio, de un
individuo o un grupo, que deliberadamente, y de forma repetitiva y hostil,
pretende dañar a otra persona” (p.235). Quienes deseen profundizar, pueden
indagar los artículos de Maite Garaigordobil (referente de la temática en habla
hispana).
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* Licenciado en Psicología, docente del Programa Género, Salud Reproductiva y Sexualidades de la Facultad de Psicología (UdelaR, Uruguay) y también docente del Programa de Posgrado en Género, Sociedad y Políticas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Argentina. Diplomado en Ciencias Sociales con mención en Género y Políticas Públicas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Argentina y se encuentra próximo a la defensa de su tesis de Maestría en Género, Sociedad y Políticas. También se desempeña como tallerista de sexualidad en diferentes centros educativos públicos y privados de Enseñanza Media. Sus líneas de desarrollo académico son los estudios de género y diversidad sexual aplicados al ámbito educativo y con población adolescente.